II semana
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
HIMNO
Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?
A voz de tu aliento
se estremeció la nada;
la hermosura brilló
y amaneció la gracia.
Señor, ¿a quién iremos,
st tu voz no nos habla?
Nos hablas en las voces
de tu voz semejanza:
en los goces pequeños
y en las angustias largas.
Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?
En los silencios íntimos
donde se siente el alma,
tu clara voz creadora
despierta la nostalgia.
¿A quién iremos, Verbo,
entre tantas palabras?
Al golpe de la vida,
perdemos la esperanza;
hemos roto eo camino
y el roce de tu planta.
¿A dónde iremos, dinos,
Señor, si no nos hablas?
¡Verbo del Padre, Verbo
de todas la mañanas,
de las tardes serenas,
de las noches cansadas!
¿A dónde iremos, Verbo,
si tú eres la Palabra? Amén.
SALMODIA
Ant.1 Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso
damos gracias a tu nombre.
- Salmo 43-
--I--
¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.
Tú mismo, con tu mano, desposeiste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.
Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.
Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.
Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.
Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.1 Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso
damos gracias a tu nombre.
Ant. 2 Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al
oprobio.
--II--
Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.
Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dipersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.
Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.
Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al
oprobio.
Ant. 3 Levántate, Señor, y redimenos por tu misericordia.
--III--
Todo eso nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.
Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.
Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?
Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado a suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Levántate, Señor, y redimenos por tu misericordia.
VERSÍCULO
V. Señor, ¿a quién vamos a ir?
R. Tú tienes palabras de vida eterna.
PRIMERA LECTURA
Del segundo libro de los Reyes
2, 1-15
Esto pasó cuando el Señor arrebató a Elias en el
torbellino al cielo. Elias y Eliseo partieron de Guilgal.
Dijo Elias a Eliseo:
«Quédate aquí, porque el Señor me envía a Betel.»
Eliseo dijo:
«Vive el Señor y vive tu alma que no te dejaré.»
Y bajaron a Betel. Salió la comunidad de los profetas
que había en Betel al encuentro de Eliseo y le dijeron:
«¿No sabes que el Señor arrebatará a tu señor por
encima de tu cabeza?»
Respondió:
«También yo lo sé. ¡Callad!»
Elias dijo a Eliseo:
«Quédate aquí, porque el Señor me envía a Jericó.»
Pero él respondió:
«Vive el Señor y vive tu alma que no te dejaré.»
Y siguieron hacia Jericó. Se acercó a Eliseo la co-
munidad de los profetas que había en Jericó y le dijeron:
«¿No sabes que el Señor arrebatará hoy a tu señor
por encima de tu cabeza?»
Respondió:
«También yo lo sé. ¡Callad!»
Le dijo Elias:
«Quédate aquí, porque el Señor me envía al Jordán.»
Respondió:
«Vive el Señor y vive tu alma que no te dejaré.»
Y fueron los dos. Cincuenta hombres de la comunidad
de los profetas vinieron y se quedaron enfrente, a cierta
distancia; ellos dos se detuvieron junto al Jordán. Tomó
Elias, su manto, lo enrolló y golpeó las aguas, que se
dividieron de un lado y de otro, y pasaron ambos a pie
enjuto. Cuando hubieron pasado, dijo Elias a Eliseo:
«Pídeme lo que quieras que haga por ti antes de ser
arrebatado de tu lado.»
Dijo Eliseo:
«Que tenga doble porción de tu espíritu.»
Respondió Elias:
«Pides una cosa difícil; si alcanzas a verme cuando
sea llevado de tu lado, lo tendrás; si no, no lo tendrás.»
Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro
de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos;
y Elias subió al cielo en un torbellino. Eliseo lo veía y
clamaba:
«¡Padre mío, padre mío! ¡Carro y caballos de Israel!
¡Auriga suyo!»
Y no lo vio más. Asió sus vestidos y los desgarró en
dos. Recogió el manto que se le había caído a Elias y
se volvió, parándose en la orilla del Jordán. Tomó el
manto de Elias y golpeó las aguas, diciendo:
«¿Dónde está el Señor, el Dios de Elias?»
Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de
otro, y pasó Eliseo. Habiéndole visto la comunidad de
los profetas que estaban enfrente, dijeron:
«El espíritu de Elias reposa sobre Eliseo.»
Fueron a su encuentro y se postraron ante él en tierra.
Responsorio
R. Yo os enviaré al profeta Elias antes de que llegue
el día del Señor, grande y terrible. * Él hará volver
el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón
de los hijos hacia los padres.
V. Juan Bautista será grande a los ojos del Señor, y lo
precederá en su venida con el espíritu y el poder
de Elias.
R. Él hará volver el corazón de los padres hacia los
hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres.
SEGUNDA LECTURA
De los Tratados de Balduino de Cantorbery, obispo
Es fuerte la muerte, que puede privarnos del don de
la vida. Es fuerte el amor, que puede restituirnos a una
vida mejor.
Es fuerte la muerte, que tiene poder para desposeer-
nos de los despojos de este cuerpo. Es fuerte el amor,
que tiene poder para arrebatar a la muerte su presa y
devolvérnosla.
Es fuerte la muerte, a la que nadie puede resistir. Es
fuerte el amor, capaz de vencerla, de embotar su aguijón,
de reprimir sus embates, de confundir su victoria. Lo cual
tendrá lugar cuando podamos apostrofarla diciendo:
¿Donde están, muerte, tus embates?
Es fuerte el amor como la muerte, porque el amor
de Cristo da muerte a la misma muerte. Por esto dice:
Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo
seré tu aguijón. También el amor con que nosotros ama-
mos a Cristo es fuerte como la muerte, ya que viene a
ser él mismo como una muerte, en cuanto que es el
aniquilamiento de la vida anterior, la abolición de las
malas costumbres y el sepelio de las obras muertas.
Este nuestro amor para con Cristo es como un inter-
cambio de dos cosas semejantes, aunque su amor hacia
nosotros supera al nuestro. Porque él nos amó primero y,
con el ejemplo de amor que nos dio, se ha hecho para
nosotros como un sello mediante el cual nos hacemos
conformes a su imagen, abandonando la imagen del
hombre terreno y llevando la imagen del hombre celes-
tial, por el hecho de amarlo como él nos ha amado. Por-
que en esto nos ha dado ejemplo, para que sigamos sus
huellas.
Por esto dice: Ponme como un sello sobre tu corazón.
Es como si dijera: «Ámame, como yo te amo. Tenme en
tu pensamiento, en tu recuerdo, en tu deseo, en tus sus-
piros, en tus gemidos y sollozos. Acuérdate, hombre, qué
tal te he hecho, cuan por encima te he puesto de las de-
más creaturas, con qué dignidad te he ennoblecido, cómo
te he coronado de gloria y de honor, cómo te he hecho un
poco inferior a los ángeles, cómo he puesto bajo tus pies
todas las cosas. Acuérdate no sólo de cuan grandes cosas
he hecho para ti, sino también de cuan duras y humillan-
tes cosas he sufrido por ti; y dime si no obras perversa-
mente cuando dejas de amarme. ¿Quién te ama como yo?
¿Quién te ha creado sino yo? ¿Quién te ha redimido sino
yo?»
Quita de mí, Señor, este corazón de piedra, quita de
mí este corazón endurecido, incircunciso. Tú que purifi-
cas los corazones y amas los corazones puros, toma po-
sesión de mi corazón y habita en él, llénalo con tu presen-
cia, tú que eres superior a lo más grande que hay en mí y
que estás más dentro de mí que mi propia intimidad. Tú
que eres el modelo perfecto de la belleza y el sello de la
santidad, sella mi corazón con la impronta de tu imagen;
sella mi corazón, con tu misericordia, tú. Dios por quien
se consume mi corazón, mi herencia eterna. Amén.
Responsorio
R. El amor es fuerte como la muerte; es centella de
fuego, llamarada divina. * Las aguas torrenciales no
podrían apagar el amor, ni anegarlo los ríos.
V. Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus
amigos.
R. Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni
anegarlo los ríos.
ORACIÓN.
Oremos:
Señor, danos tu misericordia y atiende a las súplicas
de tus hijos; concede la tranquilidad y la paz a los que
nos gloriamos de tenerte como creador y como guía, y
consérvalas en nosotros para siempre. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
Esta página fue digitalizada por
El Equipo de oficiodivino.com
oficiodivino@hotmail.com
Si deseas ayudarnos:
[Tu ayuda]
2025
[Inicio]