3 de diciembre
Nació en España, el año 1506; mientras estudiaba en Pa-
rís, se unió a san Ignacio. Fue ordenado sacerdote en Roma,
el año 1537, y se dedicó a obras de caridad. El año 1541 mar-
chó hacia Oriente y durante diez años evangelizó incansable-
mente la India y el Japón, convirtiendo a muchos. Murió el
año 1552, en la isla de Shangehuan, en China.
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Al Rey que viene, al Señor que se acerca, venid,
adorémosle.
HIMNO
De luz nueva se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido,
en la entraña feliz de la Virgen,
de su carne se ha revestido.
El amor hizo nuevas las cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que todo puede
en la Virgen su luz ha encendido.
Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría;
el Señor que en los cielos habita
se hizo carne en la Virgen María.
Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que amoroso nos ha bendecido
y a su reino nos ha destinado. Amén.
SALMODIA
Ant. 1 El Señór hará justicia a los pobres.
- Salmo 9B -
--I--
¿Por qué te quedas lejos, Señor,
y te escondes en el momento del aprieto?
La soberbia del impío oprime al infeliz
y lo enreda en las intrigas que ha tramado.
El malvado se gloría de su ambición,
el codicioso blasfema y desprecia al Señor.
El malvado dice con insolencia:
"No hay Dios que me pida cuentas."
La intriga vicia siempre su conducta,
aleja de su mente tus juicios
y desafía a sus rivales.
Piensa: "No vacilaré,
nunca jamás seré desgraciado."
Su boca está llena de maldiciones,
de engaños y fraudes,
su lengua encubre maldad y opresión;
en el zaguán se sienta al acecho
para matar a escondidas al inocente.
Sus ojos espían al pobre;
acecha en su escondrijo como león en su guarida,
acecha al desgraciado para robarle,
arrastrandolo a sus redes;
se agacha y se encoge
y con violencia cae sobre el indefenso.
Piensa: "Dios lo olvida,
se tapa la cara para no enterarse."
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 El Señór hará justicia a los pobres.
Ant. 2 Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.
--II--
Levántate, Señor, extiende tu mano,
no te olvides de los humildes;
¿por qué ha de despreciar a Dios el malvado,
pensando que no le pedirá cuentas?
Pero tú ves las penas y los trabajos,
tú miras y los tomas en tus manos.
A ti se encomienda el pobre,
tú socorres al huérfano.
Rómpele el brazo al malvado,
pídele cuentas de su maldad, y que desaparezca.
El Señor reinará eternamente
y los gentiles desaparecerán de su tierra.
Señor, tú escuchas los deseos de los humildes,
les prestas oído y los animas;
tú defiendes al huérfano y al desvalido:
que el hombre hecho de tierra
no vuelva a sembrar su terror.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.
Ant. 3 Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata refinada siete veces.
- Salmo 11 -
Sálvanos, Señor, que se acaban los buenos,
que desaparece la lealtad entre los hombres:
no hacen más que mentir a su prójimo,
hablan con labios embusteros
y con doblés de corazón.
Extirpe el Señor los labios embusteros
y la lengua orgullosa
de los que dicen: "La lengua es nuestra fuerza,
nuestros labios nos defienden,
¿quién será nuestro amo?"
El Señor responde: "Por la opresión del humilde,
por el gemido del pobre, yo me levantaré,
y pondré a salvo al que lo ansía."
Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata limpia de escoria,
refinada siete veces.
Tú nos guardarás, Señor,
nos librarás para siempre de esa gente:
de los malvados que merodean
para chupar como sanguijuelas sangre humana.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Las palabras del Señor son palabras sinceras,
como plata refinada siete veces.
VERSÍCULO
V. Una voz clama en el desierto:
Preparad el camino del Señor.
R. Enderezad las sendas para nuestro Dios.
PRIMERA LECTURA
Del libro del profeta Isaías
8, 1-18
El Señor me dijo:
«Coge una tabla grande, y escribe con caracteres or-
dinarios: "Pronto-al-saqueo, Presto-al-botín."»
Entonces, yo tomé dos testigos fieles: Urías, sacerdo-
te, y Zacarías, hijo de Baraquías. Me llegué a la profe-
tisa; ella concibió y dio a luz un hijo. El Señor me dijo:
«Ponle por nombre "Pronto-al-saqueo, Presto-al-botín."
Porque antes que el chiquillo aprenda a decir "papá" y
"mamá", las riquezas de Damasco y el despojo de Sa-
maría serán llevados a presencia del rey de Asiría,»
El Señor volvió a dirigirme la palabra:
«Ya que ese pueblo ha despreciado el agua de Siloé,
que corre mansa, por la arrogancia de Rasín y del hijo
de Romelía, sabed que el Señor hará subir contra ellos
las aguas del Eufrates, torrenciales e impetuosas: el rey
de Asiría con todo su ejército; remontan las orillas, des-
bordan las riberas, invaden Judá, rebosan, crecen, y al-
canzan hasta el cuello. Y se extenderán sus bordes hasta
cubrir la anchura de tu tierra, oh Dios-con-nosotros.
Sabedlo, pueblos, y seréis derrotados; escuchadlo, paí-
ses lejanos: armaos, que seréis derrotados; armaos, que
seréis derrotados. Haced planes, que fracasarán; pro-
nunciad amenazas, que no se cumplirán, porque tenemos
a Dios-con-nosotros.»
Así me dijo el Señor, mientras su mano me sostenía
y me apartaba del camino de este pueblo:
«No llaméis aliados a los que ese pueblo llama alia-
dos, no temáis ni os asuste lo que él teme. Al Señor de
los ejércitos llamaréis Santo, él será vuestro temor, él
será vuestro terror. Él será piedra de tropiezo y roca de
precipicio para las dos casas de Israel, será lazo y tram-
pa para los habitantes de Jerusalén; tropezarán en ella
muchos, caerán, se destrozarán, se enredarán y queda-
rán cogidos.»
Guardo el testimonio, sello la instrucción para mis
discípulos. Y aguardaré al Señor, que oculta su rostro a
la casa de Jacob, y esperaré en él. Y yo con mis hijos,
los que me dio el Señor, seremos señales y presagios para
Israel, de parte del Señor de los ejércitos, que habita
en el monte Sión.
Responsorio
R. Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla
hasta los confines de la tierra, * y decid a las islas
remotas: «Vendrá nuestro Salvador.»
V. Anunciadlo y haced que se escuche en todas partes;
proclamad la nueva, gritadla a plena voz.
R. Y decid a las islas remotas: «Vendrá nuestro Sal-
vador.»
SEGUNDA LECTURA
De las Cartas de san Francisco Javier, presbítero, a san
Ignacio
Visitamos las aldeas de los neófitos, que pocos años
antes habían recibido la iniciación cristiana. Esta tierra
no es habitada por los portugueses, ya que es suma-
mente estéril y pobre, y los cristianos nativos, privados
de sacerdotes, lo único que saben es que son cristianos.
No hay nadie que celebre para ellos la misa, nadie que
les enseñe el Credo, el Padrenuestro, el Avemaria o los
mandamientos de la ley de Dios.
Por esto, desde que he llegado aquí, no me he dado
momento de reposo: me he dedicado a recorrer las al-
deas, a bautizar a los niños que no habían recibido aún
este sacramento. De este modo, purifiqué a un número
ingente de niños que, como suele decirse, no sabían dis-
tinguir su mano derecha de la izquierda. Los niños no
me dejaban recitar el Oficio divino ni comer ni descan-
sar, hasta que les enseñaba alguna oración; entonces co-
mencé a darme cuenta de que de ellos es el reino de los
cielos.
Por tanto, como no podía cristianamente negarme a
tan piadosos deseos, comenzando por la profesión de fe
en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, les enseñaba el
Símbolo de los apóstoles y las oraciones del Padrenues-
tro y el Avemaria. Advertí en ellos gran disposición, de
tal manera que, si hubiera quien los instruyese en la
doctrina cristiana, sin duda llegarían a ser unos exce-
lentes cristianos.
Muchos, en estos lugares, no son cristianos, simple-
mente porque no hay quien los haga tales. Muchas veces
me vienen ganas de recorrer las universidades de Euro-
pa, principalmente la de París, y de ponerme a gritar
por doquiera, como quien ha perdido el juicio, para im-
pulsar a los que poseen más ciencia que caridad, con
estas palabras: «¡Ay, cuántas almas, por vuestra desi-
dia, quedan excluidas del cielo y se precipitan en el in-
fierno!»
¡Ojalá pusieran en este asunto el mismo interés que
ponen en sus estudios! Con ello podrían dar cuenta a Dios
de su ciencia y de los talentos que les han confiado.
Muchos de ellos, movidos por estas consideraciones y
por la meditación de las cosas divinas, se ejercitarían
en escuchar la voz divina que habla en ellos y, dejando
de lado sus ambiciones y negocios humanos, se dedi-
carían por entero a la voluntad y al arbitrio de Dios, di-
ciendo de corazón: «Señor, aquí me tienes; ¿qué quieres
que haga? Envíame donde tú quieras, aunque sea hasta
la India.»
Responsorio
R. La mies es mucha, pero los operarios son pocos;
* rogad al Señor que envíe trabajadores a su mies.
V. Recibiréis la fortaleza del Espíritu Santo, que des-
cenderá sobre vosotros; y seréis mis testigos hasta
los últimos confines de la tierra.
R. Rogad al Señor que envíe trabajadores a su mies.
ORACIÓN.
Oremos:
Señor, Dios nuestro, que quisiste que numerosos pue-
blos llegaran a conocerte por medio de la predicación
de san Francisco Javier, concede a todos los bautizados
un gran celo por la propagación de la fe, para que así
tu Iglesia pueda alegrarse de ver aumentados sus hijos
en todo el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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