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Oficio de lectura
Viernes III Ordinario
SAN JUAN BOSCO, presbítero
Memoria

31 enero

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Delante de tus ojos
ya no enrojecemos
a causa del antiguo
pecado d tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.

En medio de los pueblos
nos guardas como un resto,
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.

Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor, que es justo,
revoca sus decretos:
la salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo. Amén.

SALMODIA

Ant.1 Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.

- Salmo 68, 2-22. 30-37 -
--I--

Dios mío, sálvame,
que me llega el agua al cuello:
me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente.

Estoy agotado de gritar,
tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos
de tanto aguardar a mi Dios.

Más que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;

más duros que mis huesos,
los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver
lo que no he robado?

Dios mío, tú conoces mi ignorancia,
no se te ocultan mis delitos.
Que por mi causa no queden defraudados
los que esperan en ti, Señor de los ejércitos.

Que por mi causa no se avergüencen
los que te buscan, Dios de Israel.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.

Soy un extraño para mis hermanos,
un extraño para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.

Cuando me aflijo con ayunos, se burlan de mí;
cuando me visto de saco, se ríen de mí;
sentados a la puerta murmuran,
mientras beben vino me cantan burlas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.1 Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.

Ant. 2 En mi comida me echaron hiel, para mi sed me
dieron vinagre.

--II--

Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude:

Arráncame del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me aborrecen,
y de las aguas sin fondo.

Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí.

Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia,
por tu gran conpasión vuélvete hacia mí;
no escondas tu rostro a tu siervo:
estoy en peligro, respóndeme en seguida.

Acércate a mí, rescátame,
líbrame de mis enemigos:
estás viendo mi afrenta,
mi vergüenza y mi deshonra;
a tu vista está los que me acosan.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 En mi comida me echaron hiel, para mi sed me
dieron vinagre.

Ant. 3 Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

--III--

Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
le agradará a Dios más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.

Miradlo los humildes y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.

El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

VERSÍCULO

V. El Señor nos instruirá en sus caminos.
R. Y marcharemos por sus sendas.

PRIMERA LECTURA

De la carta a los Romanos
11, 1-12

Hermanos: Pregunto yo: ¿Pero es que Dios ha recha-
zado a su pueblo? De ninguna manera. Que también yo
soy israelita, del linaje de Abraham, de la tribu de Ben-
jamín. Dios no ha rechazado a su pueblo, al que desde
un principio escogió. ¿No sabéis lo que dice la Escritura
en la historia de Elias? Éste interpela así a Dios en
contra de Israel: «Señor, han dado muerte a tus profe-
tas, han derribado tus altares; me he quedado yo solo,
y me persiguen de muerte.» Pero, ¿qué le responde la
voz divina? «Me he reservado siete mil hombres, que
no han doblado la rodilla ante la estatua de Baal.»

Así también ha quedado en nuestros tiempos un resto
escogido de Dios por pura gracia. Y, si lo es por gracia,
ya no es por las obras de la ley. De otra manera la gra-
cia ya no sería tal gracia. ¿Qué quiere decir esto? Que
Israel no ha logrado lo que pretendía, mientras que lo ha
conseguido el grupo de los elegidos. Aquéllos se ence-
rraron en su obstinación, como dice la Escritura: «Dios
les ha dado espíritu insensible, ojos que no contem-
plan y oídos que no oyen hasta el día de hoy.» Y también
dice David: «Conviértase su mesa en lazo y trampa, en
ocasión de ruina y en castigo. Queden sin luz sus ojos,
y que no vean más. Y, tú, agobia sus espaldas sin cesar.»

Y ahora pregunto: Pero, ¿es que han caído para no
levantarse? Nada de eso. Sino que, por el traspiés que
han dado, ha venido la salvación a los gentiles; y así
Dios los provoca a emulación. Y, si su caída supone ri-
quezas para el mundo, y su mengua, tesoros para los
gentiles, ¿qué no supondrá la plenitud de su conversión?

Responsorio

R. Ha quedado un resto en Israel escogido por pura
gracia, mientras que los demás se encerraron en su
obstinación; * si su caída supone riquezas para el
mundo, ¿qué no supondrá la plenitud de su con-
versión?

V. Israel no ha logrado lo que pretendía, mientras que
lo ha conseguido el grupo de los elegidos.

R. Si su caída supone riquezas para el mundo, ¿qué
no supondrá la plenitud de su conversión?

SEGUNDA LECTURA

De las Cartas de san Juan Bosco, presbítero

Si de verdad buscamos la auténtica felicidad de nues-
tros alumnos y queremos inducirlos al cumplimiento de
sus obligaciones, conviene ante todo que nunca olvidéis
que hacéis las veces de padres de nuestros amados jóve-
nes, por quienes trabajé siempre con amor, por quienes
estudié y ejercí el ministerio sacerdotal, y no sólo yo,
sino toda la Congregación salesiana.

¡Cuántas veces, hijos míos, durante mi vida, ya bas-
tante prolongada, he tenido ocasión de convencerme de
esta gran verdad! Es más fácil enojarse que aguantar,
amenazar al niño que persuadirlo; añadiré incluso que,
para nuestra impaciencia y soberbia, resulta más cómodo
castigar a los rebeldes que corregirlos, soportándolos
con firmeza y suavidad a la vez.

Os recomiendo que imitéis la caridad que usaba Pablo
con los neófitos, caridad que con frecuencia lo llevaba
a derramar lágrimas y a suplicar, cuando los encontraba
poco dóciles y rebeldes a su amor.

Guardaos de que nadie pueda pensar que os dejáis lle-
var por los arranques de vuestro espíritu. Es difícil, al
castigar, conservar la debida moderación, la cual es ne-
cesaria para que en nadie pueda surgir la duda de que
obramos sólo para hacer prevalecer nuestra autoridad o
para desahogar nuestro mal humor.

Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales de-
bemos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servi-
cio, a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y
no para mandar, y avergoncémonos de todo lo que pueda
tener incluso apariencia de dominio; si algún dominio
ejercemos sobre ellos, ha de ser para servirlos mejor.

Éste era el modo de obrar de Jesús con los apóstoles,
ya que era paciente con ellos, a pesar de que eran igno-
rantes y rudos, e incluso poco fieles; también con los
pecadores se comportaba con benignidad y con una ami-
gable familiaridad, de tal modo que era motivo de admi-
ración para unos, de escándalo para otros, pero también
ocasión de que muchos concibieran la esperanza de alcan-
zar el perdón de Dios. Por esto nos mandó que fuésemos
mansos y humildes de corazón.

Son hijos nuestros, y por esto, cuando corrijamos sus
errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos, domi-
narla de tal manera como si la hubiéramos extinguido
totalmente.

Mantengamos sereno nuestro espíritu, evitemos el des-
precio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos
comprensión en el presente y esperanza en el futuro,
como conviene a unos padres de verdad, que se preocu-
pan sinceramente de la corrección y enmienda de sus
hijos.

En los casos más graves, es mejor rogar a Dios con
humildad que arrojar un torrente de palabras, ya que
éstas ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de
provecho alguno a los culpables.

Responsorio

R. Le presentaban a Jesús unos niños para que les im-
pusiera las manos; pero los discípulos trataban de
apartarlos. Jesús, al verlo, les dijo: * «Dejad que los
niños vengan a mí y no se lo estorbéis, porque el
reino de Dios es de los que son como ellos.»

V. El que reciba a un niño como éstos en mi nombre
a mí me recibe.

R. Dejad que los niños vengan a mí y no se lo estor-
béis, porque el reino de Dios es de los que son como
ellos.

ORACIÓN.

Oremos:
Señor Dios nuestro, que has dado a la Iglesia, en el
presbítero san Juan Bosco, un padre y un maestro de la
juventud, concédenos que, movidos por un amor seme-
jante al suyo, nos entreguemos a tu servicio, trabajando
por la salvación de nuestros hermanos. Por nuestro Se-
ñor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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