2 de febrero
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Mirad, el Señor llega a su templo santo,
venid, adorémosle.
HIMNO
Criaturas, alegraos,
pues la salud nos llega:
el Redentor del hombre,
Señor de cielo y tierra.
María, toda gracia,
abre a Cristo la puerta:
pasa el Rey, y cerrada
eternamente queda.
La Madre es todo gozo,
el hombre es todo espera,
y Cristo presentado
de gracia al mundo llena.
Honor y gloria a Cristo,
a quien el Padre engendra,
y por el Santo Espíritu
da a luz una doncella. Amén.
SALMODIA
Ant. 1 Éste está predestinado para ruina o
resurgimiento de muchos en Israel.
Salmo 2
¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
"Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo."
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
"Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo."
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: "Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza."
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de protno su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 Éste está predestinado para ruina o
resurgimiento de muchos en Israel.
Ant. 2 ¡Levántate y resplandece, Jerusalén, pues llega
tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti!
Salmo 18A
El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 ¡Levántate y resplandece, Jerusalén, pues llega
tu luz y la gloria del Señor alborea sobre ti!
Ant. 3 Goza y alégrate, nueva Sión, mira a tu Rey que
viene a ti, humilde y salvador de su pueblo.
-Salmo 44-
Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al flanco la espada, valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos de te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, ¡oh Dios!, permanece para siempre;
cetro de tu rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina
enjoyada con oro de Ofir.
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna:
prendado está el rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey, con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
"A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra."
Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Goza y alégrate, nueva Sión, mira a tu Rey que
viene a ti, humilde y salvador de su pueblo.
VERSÍCULO
V. Oh Dios, meditamos tu misericordia.
R. En medio de tu pueblo.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Éxodo
13, l-3a. 11-16
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
«Conságrame todo primogénito israelita; el primer
parto, lo mismo de hombres que de ganados, me per-
tenece.»
Dijo, pues, Moisés al pueblo:
«Cuando el Señor te introduzca en la tierra de los ca-
naneos, como juró a ti y a tus padres, y te la haya entre-
gado, dedicarás al Señor todos los primogénitos. El pri-
mer parto de tus animales, si es macho, pertenece tam-
bién al Señor. La primera cría de asno la rescatarás con
un cordero; si no la rescatas la desnucarás. Pero los pri-
mogénitos de entre tus hijos los rescatarás siempre.
Y cuando mañana tu hijo te pregunte: "¿Qué significa
esto?", le responderás: "Con mano fuerte el Señor nos
sacó de Egipto, de la esclavitud. El Faraón se había obs-
tinado en no dejarnos salir; entonces el Señor dio muer-
te a todos los primogénitos de Egipto, lo mismo de hom-
bres que de animales. Por eso yo sacrifico al Señor todo
primogénito macho de los animales. Pero los primogéni-
tos de los hombres los rescato."
Este rito será para ti como señal sobre tu brazo y
como recordatorio ante tus ojos, de que con mano fuerte
te sacó de Egipto el Señor.»
Responsorio
R. Adorna tu tálamo, oh Sión, y recibe a Cristo, tu rey:
* a quien la Virgen concibió y dio a luz, permane-
ciendo virgen después del parto; ella adoró a quien
había engendrado.
V. Simeón tomó al Niño en sus brazos y, dando gracias,
bendijo al Señor.
R. A quien la Virgen concibió y dio a luz, permanecien-
do virgen después del parto; ella adoró a quien había
engendrado.
SEGUNDA LECTURA
De las Disertaciones de san Sofronio, obispo
Corramos todos al encuentro del Señor los que con fe
celebramos y veneramos su misterio, vayamos todos con
alma bien dispuesta. Nadie deje de participar en este
encuentro, nadie deje de llevar su luz.
Llevamos en nuestras manos cirios encendidos, ya
para significar el resplandor divino de aquel que viene a
nosotros —el cual hace que todo resplandezca y, expul-
sando las negras tinieblas, lo ilumina todo con la abun-
dancia de la luz eterna—, ya, sobre todo, para manifestar
el resplandor con que nuestras almas han de salir al en-
cuentro de Cristo.
En efecto, del mismo modo que la Virgen Madre de
Dios tomó en sus brazos la luz verdadera y la comunicó
a los que yacían en tinieblas, así también nosotros, ilumi-
nados por él y llevando en nuestras manos una luz visi-
ble para todos, apresurémonos a salir al encuentro de
aquel que es la luz verdadera.
Sí, ciertamente, porque ¡a luz ha venido al mundo,
para librarlo de las tinieblas en que estaba envuelto y
llenarlo de resplandor, y nos ha visitado el sol que nace
de lo alto, llenando de su luz a los que vivían en tinieblas:
esto es lo que nosotros queremos significar. Por esto
avanzamos en procesión con cirios en las manos, por esto
acudimos llevando luces, queriendo representar la luz
que ha brillado para nosotros, así como el futuro resplan-
dor que, procedente de ella, ha de inundarnos. Por tanto,
corramos todos a una, salgamos al encuentro de Dios.
Ha llegado ya aquella luz verdadera que viniendo a
este mundo ilumina a todo hombre. Dejemos, hermanos,
que esta luz nos penetre y nos transforme.
Ninguno de nosotros ponga obstáculos a esta luz y se
resigne a permanecer en la noche; al contrario, avance-
mos todos llenos de resplandor; todos juntos, iluminados,
salgamos a su encuentro y, con el anciano Simeón, acoja-
mos aquella luz clara y eterna; imitemos la alegría de
Simeón y, como él, cantemos un himno de acción de
gracias al Engendrador y Padre de la luz, que ha arrojado
de nosotros las tinieblas y nos ha hecho partícipes de la
luz verdadera.
También nosotros, representados por Simeón, hemos
visto la salvación de Dios, que él ha presentado ante
todos los pueblos y que ha manifestado para gloria de
nosotros, los que formamos el nuevo Israel; y, así como
Simeón, al ver a Cristo, quedó libre de las ataduras de la
vida presente, así también nosotros hemos sido liberados
del antiguo y tenebroso pecado.
También nosotros, acogiendo en los brazos de nuestra
fe a Cristo, que viene desde Belén hasta nosotros, nos he-
mos convertido de gentiles en pueblo de Dios (Cristo es,
en efecto, la salvación de Dios Padre) y hemos visto con
nuestros ojos al Dios hecho hombre; y de este modo, ha-
biendo visto la presencia de Dios y habiéndola aceptado,
por decirlo así, en los brazos de nuestra mente, somos
llamados el nuevo Israel. Esto es lo que vamos celebran-
do, año tras año, porque no queremos olvidarlo.
Responsorio
R. La gloria del Señor entró en el templo por la puerta
oriental, * y llenó el templo la gloria del Señor.
V. Llevaron sus padres al niño Jesús al templo.
R. Y llenó el templo la gloria del Señor.
HIMNO FINAL
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACIÓN.
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, en este día en que tu
Hijo único fue presentado en el templo con un cuer-
po como el nuestro, te pedimos nos concedas a noso-
tros poder ser presentados ante ti, plenamente reno-
vados en nuestro espíritu. Por nuestro Señor Jesu-
Cristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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