28 de enero
Nació alrededor del año 1225, de la familia de los condes
de Aquino. Estudió primero en el monasterio de Montecasino,
luego en Nápoles, más tarde ingresó en la Orden de Predica-
dores, y completó sus estudios en París y en clonia, donde
tuvo por maestro san Alberto Magno. Escribió muchas obras
llenas de erudición y ejerció también el profesorado, contribu-
yendo en gran manera al incremento de la filosofía y de la
teología. Murió cerca de Terracina el día 7 de marzo de 1274.
Su memoria se celebra en día 28 de enero por razón de que en
esta fecha tuvo lugar, el año 1369, el traslado de su cuerpo a
Tolosa.
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Al Señor, al gran Rey, venid, adorémosle.
HIMNO
Alabemos a Dios que, en su Palabra,
nos revela el designio salvador,
y digamos en súplica confiada:
"Renuévame por dentro, mi Señor."
No cerremos el alma su llamada
ni dejemos que arraigue el desamor;
aunque dura es la lucha, su palabra
será bálsamo suave en el dolor.
Caminemos los días de esta vida
como tiempo de Dios y de oración;
él es fiel a la alianza prometida:
"Si eres mi pueblo, yo seré tu Dios."
Tú dijiste, Jesús, que eras camino
para llegar al Padre sin temor;
concédenos la gracia de tu Espíritu
que nos lleve al encuentro del Señor. Amén.
SALMODIA
Ant. 1 Se levanta Dios y huyen de su presencia los
que lo odian.
- Salmo 67 -
--I--
Se levanta Dios y se dispersan sus enemigos,
huyen de su presencia los que lo odian;
como el humo se disipa, se disipan ellos;
como se derrite la cera ante el fuego,
así perecen los impíos ante Dios.
En cambio, los justos se alegran,
gozan en la presencia de Dios,
rebosando de alegría.
Cantad a Dios, tocad en su honor,
alfonbrad el camino del que avanza por el desierto;
su nombre es el Señor:
alegraos en su presencia.
Padre de huérfanos, protector de viudas,
Dios vive en su santa morada.
Dios prepara casa a los desvalidos,
libera a los cautivos y los enriquece;
sólo los rebeldes
se quedan en la tierra abrasada.
¡Oh Dios!, cuando salías al frente de tu pueblo
y avanzabas por el desierto,
la tierra tembló, el cielo destiló
ante Dios, el Dios del Sinaí;
ante Dios, el Dios de Israel.
Derramaste en tu heredad, ¡oh Dios!, una lluvia copiosa,
aliviaste la tierra extenuada;
y tu rebaño habitó en la tierra
que tu bondad, ¡oh Dios!, preparó para los pobres.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1 El Señór hará justicia a los pobres.
Ant. 2 Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor
Dios nos hace escapar de la muerte.
--II--
El Señor pronuncia un oráculo,
millares pregonan la alegre noticia:
"Los reyes, los ejércitos van huyendo, van huyendo;
las mujeres reparten el botín.
Mientras reposabais en los apriscos,
las alas de la paloma se cubrieron de plata,
el oro destellaba en su plumaje.
Mientras el Todopoderoso dispersaba a los reyes,
la nieve bajaba sobre el Monte Umbrío."
Las montañas de Basán son altísimas,
las montañas de Basán son escarpadas;
¿por qué tenéis envidia, montañas escarpadas,
del monte escogido por Dios para habitar,
morada perpetua del Señor?
Los carros de Dios son miles y miles:
Dios marcha del Sinaí al santurio.
Subiste a la cumbre llevando cautivos,
te dieron tributos de hombres:
incluso los que se resistían
a que el Señor Dios tuviera una morada.
Bendito el Señor cada día,
Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.
Nuesto Dios es un Dios que salva,
el Señor Dios nos hace escapar de la muerte.
Dios aplasta las cabezas de sus enemigos,
los cráneos de los malvados contumaces.
Dice el Señor: "Los traeré desde Basán,
los traeré desde el fondo del mar;
teñirás tus pies en la sangre del enemigo,
y los perros la lamerán con sus lenguas."
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor
Dios nos hace escapar de la muerte.
Ant. 3 Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.
--III--
Aparece tu cortejo, ¡oh Dios!
el cortejo de mi Dios, de mi Rey,
hacia el santuario.
Al frente marchan los cantores;
los últimos, los tocadores de arpa;
en medio las muchachas van tocando panderos.
"En el bullicio de la fiesta bendecid a Dios,
al Señor, estirpe de Israel."
Va delante Benjamín, el más pequeño;
los príncipes de Judá con sus tropeles;
los príncipes de Zabulón,
los príncipes de Neftalí.
¡Oh Dios!, despliega tu poder,
tu poder, ¡oh Dios!, que actúa en favor nuestro.
A tu templo de Jerusalén
traigan los reyes su tributo.
Reprime a la Fiera del Cañaveral,
al tropel de los toros,
a los Novillos de los pueblos.
Que se rindan con lingotes de plata:
dispersa las naciones belicosas.
Lleguen los magnates de Egipto,
Etiopía extienda sus manos a Dios.
Reyes de la tierra, cantad a Dios,
tocad para el Señor,
que avanza por los cielos,
los cielos antiquísimos,
que lanza su voz, su voz poderosa:
"Reconoced el poder de Dios."
Sobre Israel resplandece su majestad,
y su poder sobre las nubes.
Desde el santuario Dios impone reverencia:
es el Dios de Israel
quien da fuerza y poder a su pueblo.
¡Dios sea bendito!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor.
VERSÍCULO
V. Voy a escuchar lo que dice el Señor.
R. Dios anuncia la paz a su pueblo.
PRIMERA LECTURA
De la Carta a los Romanos
9, 1-18
Hermanos: Digo la verdad en nombre de Cristo, no
miento; y testifica conmigo mi conciencia, inspirada por
el Espíritu Santo: Tengo una gran tristeza y un suplicio
continuo en mi corazón. iOjalá fuese yo mismo anate-
ma y apartado de Cristo por la salud de mis hermanos,
deudos míos y de mi propia raza!
Son ellos israelitas, de quienes es la adopción divina,
la manifestación sensible de la presencia de Dios, las
alianzas con él, la legislación de Moisés, el culto del
templo y las promesas de Dios. De ellos son los patriar-
cas, y de ellos procede también Cristo según la carne, el
cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito
por los siglos. Amén.
Y no es que las promesas de Dios se hayan quedado
sin cumplir; lo que sucede es que no todos los nacidos
de Israel son el verdadero Israel; ni, por ser descenden-
cia de Abraham, son todos hijos de Abraham, sino que:
«Tu descendencia serán los hijos de Isaac.» Que quiere
decir: No los que descienden por generación natural son
hijos de Dios, sino sólo los hijos habidos en virtud de
la promesa divina son tenidos como verdadera descen-
dencia.
Así suenan las palabras de la promesa: «Por este
tiempo volveré y Sara tendrá un hijo.» Y no es esto sólo.
Tenemos también el caso de Rebeca, que tuvo hijos sólo
de nuestro padre Isaac. Pues bien, estos hijos no habían
nacido todavía, ni habían hecho nada bueno ni malo;
mas, para que continuase en vigor el decreto divino de
elección, decreto que no depende de obras humanas, sino
de la voluntad de Dios que llama, dijo Dios a Rebeca:
«EI mayor será siervo del menor.» Y dice así la Escri-
tura: «He amado a Jacob, y he odiado a Esaú.»
¿Qué se sigue de aquí? ¿Que hay injusticia en Dios?
De ninguna manera. Ya dijo él a Moisés: «Tendré mise-
ricordia con aquel que yo quiera, y tendré compasión
con quien yo tenga a bien.»
Por consiguiente, no es cosa del querer o del esfuer-
zo humano, sino de la misericordia de Dios. En la Es-
critura dice Dios al Faraón: «Precisamente con este ob-
jeto te he exaltado: para mostrar en ti mi poder y para
dar a conocer mi nombre en toda la tierra.» Así que Dios
tiene misericordia de quien quiere, y causa obstinación
en aquel que le parece bien.
Responsorio
R. De los israelitas son la adopción divina, la manifes-
tación sensible de la presencia de Dios, las alianzas
con él, la legislación de Moisés, el culto del templo
y las promesas de Dios; sólo los hijos habidos en
virtud de la promesa divina son tenidos como ver-
dadera descendencia.
V. No todos los nacidos de Israel son el verdadero
Israel.
R. Sólo los hijos habidos en virtud de la promesa di-
vina son tenidos como verdadera descendencia.
SEGUNDA LECTURA
De las Conferencias de santo Tomás de Aquino, pres-
bítero
¿Era necesario que el Hijo de Dios padeciera por no-
sotros? Lo era, ciertamente, y por dos razones fáciles
de deducir: la una, para remediar nuestros pecados; la
otra, para darnos ejemplo de cómo hemos de obrar.
Para remediar nuestros pecados, en efecto, porque
en la pasión de Cristo encontramos el remedio contra
todos los males que nos sobrevienen a causa del pecado.
La segunda razón tiene también su importancia, ya
que la pasión de Cristo basta para servir de guía y mo-
delo a toda nuestra vida. Pues todo aquel que quiera
llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que
despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y apetecer
lo que Cristo apeteció. En la cruz hallamos el ejemplo
de todas las virtudes.
Si buscas un ejemplo de amor: Nadie tiene más amor
que el que da la vida por sus amigos. Esto es lo que
hizo Cristo en la cruz. Y por esto, si él entregó su vida
por nosotros, no debemos considerar gravoso cualquier
mal que tengamos que sufrir por él.
Si buscas un ejemplo de paciencia, encontrarás el
mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que nos dan
la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes
males, o sufrir, sin rehuirlos, unos males que podrían
evitarse. Ahora bien, Cristo, en la cruz, sufrió grandes
males y los soportó pacientemente, ya que en su pasión
no profería amenazas; como cordero llevado al mata-
dero, enmudecía y no abría la boca. Grande fue la pa-
ciencia de Cristo en la cruz: corramos también nosotros
con firmeza y constancia la carrera para nosotros pre-
parada. Llevemos los ojos fijos en Jesús, caudillo y con-
sumador de la fe, quien, para ganar el gozo que se le
ofrecía, sufrió con toda constancia la cruz, pasando por
encima de su ignominia.
Si buscas un ejemplo de humildad, mira al crucifi-
cado: él, que era Dios, quiso ser juzgado bajo el poder
de Poncio Pilato y morir.
Si buscas un ejemplo de obediencia, imita a aquel que
se hizo obediente al Padre hasta la muerte: Como por
la desobediencia de un solo hombre —es decir, de Adán—
todos los demás quedaron constituidos pecadores, así
también por la obediencia de uno solo todos quedarán
constituidos justos.
Si buscas un ejemplo de desprecio de las cosas te-
rrenales, imita a aquel que es Rey de reyes y Señor de
señores, en el cuál están escondidos todos los tesoros
de la sabiduría y de la ciencia, desnudo en la cruz, bur-
lado, escupido, flagelado, coronado de espinas, a quien,
finalmente, dieron a beber hiél y vinagre.
No te aficiones a los vestidos y riquezas, ya que se
reparten mi ropa; ni a los honores, ya que él experimentó
las burlas y azotes; ni a las dignidades, ya que, entrete-
jiendo una corona de espinas, la pusieron sobre mi ca-
beza; ni a los placeres, ya que para mi sed me dieron
vinagre.
Responsorio
R. Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y
vino a mí un espíritu de sabiduría. * La preferí a
los cetros y a los tronos, y en su comparación tuve
en nada la riqueza.
V. Señor, ¿quién hubiera conocido tu voluntad, si tú no
le hubieses dado la sabiduría y no le hubieses en-
viado de lo alto tu Espíritu Santo?
R. La preferí a los cetros y a los tronos, y en su com-
paración tuve en nada la riqueza.
ORACIÓN.
Oremos:
Señor Dios nuestro, que hiciste admirable a santo
Tomás de Aquino por su sed de santidad y por su
amor a las ciencias sagradas, te pedimos que nos des
su luz para entender sus enseñanzas y fuerza para
imitar su vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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