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Oficio de lectura
Sábado XXIII Ordinario
San Juan Crisóstomo,
obispo y doctor de la Iglesia
Memoria

13 de septiembre

Nació en Antioquía hacia el año 349, después de recibir
una excelente formación, comenzó por dedicarse a la vida
ascética. Más tarde fue ordenado sacerdote y ejerció con gran
provecho el ministerio de la predicación. El año 397 fue elegi-
do obispo de Constantinopla, cargo en el que se comportó
como un pastor ejemplar, esforzándose por llevar a cabo una
estricta reforma de las costumbres de clero y de los fieles.
La oposición de la corte imperial y de los envidiosos lo llevó
por dos veces al destierro. Acabado por tantas miserias, murió
en Comana, en el Ponto, el día 14 de septiembre del año 407,
Contribuyó en gran manera, por su palabra y escritos, al enri-
quecimiento de la doctrina cristiana, mereciendo el apelativo
de Crisóstomo, es decir, "Boca de oro"

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Del Señor es la tierra y cuanto la llena;
venid adorémosle.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Señor, tú me llamaste
del fondo del no ser todos los seres,
prodigios del cincel de tu palabra,
imágenes de ti resplandecientes.

Señor, tú que creaste
la bella nave azul en que navegan
los hijos de los hombres, entre espacios
repletos de misterio y luz de estrellas.

Señor, tu que nos diste
la inmensa dignidad de ser tus hijos,
no dejes que el pecado y que la muerte
destruyan en el hombre el ser divino.

Señor, tú que salvaste
al hombre de caer en el vacío,
recréanos de nuevo en tu Palabra
y llámanos de nuevo al paraíso.

Oh Padre, tú que enviaste
al mundo de los hombres a tu Hijo,
no dejes que se apague en nuestras almas
la luz esplendorosa de tu Espíritu. Amén.

SALMODIA

Ant.1 Dad gracias al Señor por su misericordia, por
las maravillas que hace con los hombres.

- Salmo 106-
--I--

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Que lo confiesen los redimidos por el Señor,
los que él rescató de la mano del enemigo,
los que reunió de todos los países:
norte y sur, oriente y occidente.

Erraban por un desierto solitario,
no encontraban el camino de ciudad habitada;
pasaban hambre y sed,
se les iba agotando la vida;
pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arranco de la tribulación.

Los guió por un camino derecho,
para que llegaran a ciudad habitada,
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Calmó el ansia de los sedientos,
y a los hambrientos los colmó de bienes.

Yacían en oscuridad y tinieblas,
cautivos de hierros y miserias;
por haberse rebelado contra los mandamientos,
despresiado el plan del Altísimo.

Él humilló su corazón con trabajos,
sucumbían y nadie los socorría.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.

Los sacó de las sombrías tinieblas,
arrancó sus cadenas.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Destrozó las puertas de bronce,
quebró los cerrojos de hierro.

Estaban enfermos, por sus maldades,
por sus culpas eran afligidos;
aborrecían todos los manjares,
y ya tocaban las puertas de la muerte.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.

Envió su palabra, para curarlos,
para salvarlos de la perdición.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.
Ofrézcanle sacrificios de alabanza,
y cuenten con entusiasmo sus acciones.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.1 Dad gracias al Señor por su misericordia, por
las maravillas que hace con los hombres.

Ant. 2 Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.

--II--

Entraron en naves por el mar,
comerciando por las aguas inmensas.
Contemplaron las obras de Dios,
sus maravillas en el océano.

Él habló y levantó un viento tormentoso,
que alzaba las olas a lo alto:
subían al cielo, bajaban al abismo,
su vida se marchitaba por el mareo,
rodaban, se tambaleaban como ebrios,
y nos les valía su pericia.
Pero gritaron al Señor en su angustia,
y los arrancó de la tribulación.

Apaciguó la tormenta en suave brisa,
y enmudecieron las olas del mar.
Se alegraron de aquella bananza,
y él los condujo al ansiado puerto.
Den gracias al Señor por su misericordia,
por las maravillas que hace con los hombres.

Aclámenlo en la asamblea del pueblo,
alábenlo en el consejo de los ancianos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Contemplaron las obras de Dios y sus maravillas.

Ant. 3 Los rectos lo ven y se alegran y comprenden
la misericordia del Señor.

--III--

Él transforma los ríos en desierto,
los manantiales de agua en aridez;
la tierra fértil en marismas,
por la depravación de sus habitantes.

Transforma el desierto en estanques,
el erial en manantiales de agua.
Coloca allí a los hambrientos,
y fundan una ciudad para habitar.

Siembran campos, plantan huertos,
recogen cosechas.
Los bendice, y se multiplican,
y no les escatima el ganado.

Si menguan, abatidos por el peso
de infortunios y desgracias,
el mismo que arroja desprecio sobre los príncipes
y los descarría por una soledad sin caminos
levanta a los pobres de la miseria
y multiplica sus familias como rebaños.

Los rectos lo ven y se alegran,
a la maldad se le tapa la boca.
Él que sea sabio que recoja estos hechos
y comprenda la misericordia del Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Los rectos lo ven y se alegran y comprenden
la misericordia del Señor.

VERSÍCULO

V. Tu fidelidad, Señor, llega hasta las nubes.
R. Tus sentencias son como el océano inmenso.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Oseas
6, 1—7, 2

Esto dice el Señor:

«En su aflicción me buscarán, diciendo: "Volvamos al
Señor. Él, que nos despedazó, nos sanará; él, que nos
hirió, nos vendará. En dos días nos sanará, y al tercero
nos levantará, y viviremos en su presencia. Esforcémonos
por conocer al Señor: su amanecer es como la aurora, y
su sentencia surge como la luz. Bajará sobre nosotros
como lluvia de primavera que empapa la tierra."

¿Qué haré de ti, Efraím? ¿Qué haré de ti, Judá? Vues-
tro amor es como nube mañanera, como rocío de madru-
gada que se evapora. Por eso os herí por medio de los
profetas, os condené con la palabra de mi boca. Porque
yo quiero misericordia y no sacrificios; conocimiento de
Dios, más que holocaustos.

Ellos en la ciudad de Adam quebrantaron la alianza,
se rebelaron contra mí. Galaad es ciudad malhechora, con
huellas de sangre. Como bandas de salteadores se agru-
pan los sacerdotes, camino de Siquem asesinan, ejecutan
sus malos pensamientos. En Betel he visto abominacio-
nes, allí se prostituye Efraím, se mancha Israel.

Cuando yo intento sanar a Israel, se manifiesta el
pecado de Efraím, las maldades de Samaría; obran con
falsedad, entran como ladrón en las casas, y como bandi-
dos asaltan por los caminos. No consideran en su cora-
zón que yo recuerdo todas sus maldades; los envuelven
sus iniquidades, que están presentes ante mis ojos.»

Responsorio

R. Id y aprended lo que quiere decir esto: * Yo quiero
misericordia y no sacrificios; conocimiento de Dios,
más que holocaustos.

V. Vuestro amor es como nube mañanera, como rocío
de madrugada que se evapora.

R. Yo quiero misericordia y no sacrificios; conocimiento
de Dios, más que holocaustos.

SEGUNDA LECTURA

De las Homilías de san Juan Crisóstomo, obispo

Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una
gran tempestad nos amenaza: sin embargo, no tememos
ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la
roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca;
aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca
de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte?
Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. ¿El
destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La
confiscación de los bienes? Nada trajimos al mundo; de
modo que nada podemos llevarnos de él. Yo me río de
todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No
temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos
de vivir, si no es para vuestro bien espiritual. Por eso, os
hablo de lo que sucede ahora exhortando vuestra caridad
a la confianza.

¿No has oído aquella palabra del Señor: Donde dos o
tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio
de ellos? Y allí donde un pueblo numeroso esté reunido
por los lazos de la caridad ¿no estará presente el Señor?
Él me ha garantizado su protección, no es en mis fuerzas
que rne apoyo. Tengo en mis manos su palabra escrita.
Éste es mi báculo, ésta es mi seguridad, éste es mi puerto
tranquilo. Aunque se turbe el mundo entero, yo leo esta
palabra escrita que llevo conmigo, porque ella es mi
muro y mi defensa. ¿Qué es lo que ella me dice? Yo esta*
té siempre con vosotros hasta el fin del mundo.

Cristo está conmigo, ¿qué puedo temer? Que vengan a
asaltarme las olas del mar y la ira de los poderosos; todo
eso no pesa más que una tela de araña. Si no me hubiese
retenido el amor que os tengo, no hubiese esperado a
mañana para marcharme. En toda ocasión yo digo: «Se-
ñor, hágase tu voluntad: no lo que quiere éste o aquél,
sino lo que tú quieres que haga.» Éste es mi alcázar, ésta
es mi roca inamovible, éste es mi báculo seguro. Si esto
es lo que quiere Dios, que así se haga. Si quiere que me
quede aquí, le doy gracias. En cualquier lugar donde me
mande, le doy gracias también.

Además, donde yo esté estaréis también vosotros, don-
de estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un
solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la cabeza,
ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en
cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad, y
ni la misma muerte será capaz de desunirnos. Porque,
aunque muera mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará
en olvido a su pueblo.

Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis her-
manos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una
luz más agradable que esta luz material. Porque, para mí,
ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La luz
material me es útil en la vida presente, pero vuestra ca-
ridad es la que va preparando mi corona para el futuro.

Responsorio

R. Por la difusión del Evangelio, sufro hasta ser enca-
denado como un malhechor; pero la palabra de Dios
no está encadenada; * por eso, todo lo soporto por
los elegidos.

V. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?

R. Por eso, todo lo soporto por los elegidos.

ORACIÓN.

Oremos:
Señor Dios, fortaleza de los que en ti confían, tú que
quisiste que el obispo san Juan Crisóstomo brillara por
su admirable elocuencia y por su gran fortaleza en medio
de las pruebas, haz que la sabiduría de este eximio doctor
de la Iglesia nos ilumine y que el ejemplo de su invenci-
ble constancia nos fortalezca. Por nuestro Señor Jesucris-
to, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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