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Oficio de lectura
Viernes XXXI Ordinario
SAN LEÓN MAGNO,
papa y doctor de la Iglesia.
Memoria

10 de noviembre

Nació en la región de Toscana, y el año 440 fue elevado a
la cátedra de Pedro, ejerciendo su cargo como un verdadero
pastor y padre de las almas. Trabajó intensamente por la
integridad de la fe, defendió con ardor la unidad de la Iglesia,
hizo lo posible por evitar o mitigar las incursiones de los
bárbaros, obras que le valieron con toda justicia el apelativo
de Magno. Murió el año 461.

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Delante de tus ojos
ya no enrojecemos
a causa del antiguo
pecado d tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.

En medio de los pueblos
nos guardas como un resto,
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.

Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.

¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor, que es justo,
revoca sus decretos:
la salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo. Amén.

SALMODIA

Ant.1 Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.

- Salmo 68, 2-22. 30-37 -
--I--

Dios mío, sálvame,
que me llega el agua al cuello:
me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente.

Estoy agotado de gritar,
tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos
de tanto aguardar a mi Dios.

Más que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;

más duros que mis huesos,
los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver
lo que no he robado?

Dios mío, tú conoces mi ignorancia,
no se te ocultan mis delitos.
Que por mi causa no queden defraudados
los que esperan en ti, Señor de los ejércitos.

Que por mi causa no se avergüencen
los que te buscan, Dios de Israel.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.

Soy un extraño para mis hermanos,
un extraño para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.

Cuando me aflijo con ayunos, se burlan de mí;
cuando me visto de saco, se ríen de mí;
sentados a la puerta murmuran,
mientras beben vino me cantan burlas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.1 Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.

Ant. 2 En mi comida me echaron hiel, para mi sed me
dieron vinagre.

--II--

Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude:

Arráncame del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me aborrecen,
y de las aguas sin fondo.

Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí.

Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia,
por tu gran conpasión vuélvete hacia mí;
no escondas tu rostro a tu siervo:
estoy en peligro, respóndeme en seguida.

Acércate a mí, rescátame,
líbrame de mis enemigos:
estás viendo mi afrenta,
mi vergüenza y mi deshonra;
a tu vista está los que me acosan.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 En mi comida me echaron hiel, para mi sed me
dieron vinagre.

Ant. 3 Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

--III--

Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
le agradará a Dios más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.

Miradlo los humildes y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.

El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.

VERSÍCULO

V. El Señor nos instruirá en sus caminos.
R. Y marcharemos por sus sendas.

PRIMERA LECTURA

Del libro del profeta Jeremías
42, 1-16; 43, 4-7

En aquellos días, los capitanes, con Juan, hijo de
Qarej, y Yezanías, hijo de Hosaías, y todo el pueblo,
desde el menor hasta el mayor, acudieron al profeta Je-
remías y le dijeron:

«Acepta nuestra súplica, y ruega al Señor, tu Dios,
por nosotros y por todo este resto; porque quedamos
bien pocos de la multitud, como lo pueden ver tus ojos.
Que el Señor, tu Dios, nos indique el camino que debemos
seguir y lo que debemos hacer.»

El profeta Jeremías les respondió:

«De acuerdo, yo rezaré al Señor, vuestro Dios, según
me pedís, y todo lo que el Señor, vuestro Dios, me res-
ponda os lo comunicaré, sin ocultaros nada.»

Ellos dijeron a Jeremías:

«El Señor sea testigo veraz y fiel contra nosotros, si
no cumplimos todo lo que el Señor, tu Dios, te mande
decirnos: sea favorable o desfavorable, escucharemos la
voz del Señor, nuestro Dios, a quien nosotros te envia-
mos, para que nos vaya bien, escuchando la voz del Se-
ñor, nuestro Dios.»

Pasados diez días vino la palabra del Señor a Jere-
mías. Éste llamó a Juan, hijo de Qarej, a todos sus ca-
pitanes y a todo el pueblo, del menor al mayor, y les
dijo:

«Así dice el Señor, Dios de Israel, a quien me envias-
teis para presentarle vuestras súplicas: "Si os quedáis a
vivir en esta tierra, os construiré y no os destruiré, os
plantaré y no os arrancaré; porque me pesa del mal que
os he hecho. No temáis al rey de Babilonia, a quien aho-
ra teméis; no lo temáis —oráculo del Señor—, porque yo
estoy con vosotros para salvaros y libraros de su mano.
Le infundiré compasión para que os compadezca y os
deje vivir en vuestras tierras. Pero si decís: 'No habitare-
mos en esta tierra —desoyendo la voz del Señor, vuestro
Dios—, sino que iremos a Egipto, donde no conoceremos
la guerra ni oiremos el son de la trompeta ni pasaremos
hambre de pan; y allí viviremos', entonces, resto de Judá,
escuchad la palabra del Señor."

Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: "Si
os empeñáis en ir a Egipto, para residir allí, la espada
que vosotros teméis os alcanzará en Egipto, y el hambre
que os asusta os irá pisando los talones en Egipto, y allí
moriréis."»

Pero ni Juan, hijo de Qarej, ni sus capitanes ni el pue-
blo escucharon la voz del Señor, que les mandaba que-
darse a vivir en tierra de Judá; sino que Juan, hijo de
Qarej, y sus capitanes reunieron al resto de Judá, que
había vuelto de todos los países de la dispersión para
habitar en Judá: hombres, mujeres, niños, las hijas del
rey y cuantos Nabusardán, jefe de la guardia, había en-
comendado a Godolías, hijo de Ajicán, hijo de Safan; y
también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Herías. Y
entraron en Egipto, sin obedecer la voz del Señor, y lle-
garon a Tafne.

Responsorio

R. Ruega al Señor, tu Dios, por nosotros y por todos
los que han sobrevivido, * porque hemos quedado
pocos de los muchos que éramos.

V. Hemos quedado como huérfanos sin padre, y nues-
tras madres son como viudas.

R. Porque hemos quedado pocos de los muchos que
éramos.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san León Magno, papa

Aunque toda la Iglesia está organizada en distintos
grados, de manera que la integridad del sagrado cuerpo
consta de una diversidad de miembros, sin embargo,
como dice el Apóstol, todos somos uno en Cristo Jesús;
y esta diversidad de funciones no es en modo alguno
causa de división entre los miembros, ya que todos, por
humilde que sea su función, están unidos a la cabeza.
En efecto, nuestra unidad de fe y de bautismo hace de
todos nosotros una sociedad indiscriminada, en la que
todos gozan de la misma dignidad, según aquellas pala-
bras de san Pedro, tan dignas de consideración: Tam-
bién vosotros, como piedras vivas, entráis en la cons-
trucción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio
sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios
acepta por Jesucristo; y más adelante: Vosotros sois li-
naje escogido, sacerdocio regio, nación santa, pueblo ad-
quirido por Dios.

La señal de la cruz hace reyes a todos los regenerados
en Cristo, y la unción del Espíritu Santo los consagra
sacerdotes; y así, además de este especial servicio de
nuestro ministerio, todos los cristianos espirituales y per-
fectos deben saber que son partícipes del linaje regio
y del oficio sacerdotal. ¿Qué hay más regio que un es-
píritu que, sometido a Dios, rige su propio cuerpo? ¿Y
qué hay más sacerdotal que ofrecer a Dios una concien-
cia pura y las inmaculadas víctimas dé nuestra piedad
en el altar del corazón? Aunque esto, por gracia de Dios,
es común a todos, sin embargo, es también digno y lau-
dable que os alegréis del día de nuestra promoción como
de un honor que os atañe también a vosotros; para que
sea celebrado así en todo el cuerpo de la Iglesia el único
sacramento del pontificado, cuya unción consecratoria se
derrama ciertamente con más profusión en la parte su-
perior, pero desciende también con abundancia a las par-
tes inferiores.

Así pues, amadísimos hermanos, aunque todos tene-
mos razón para gozarnos de nuestra común participación
en este oficio, nuestro motivo de alegría será más auténti-
co y elevado si no detenéis vuestra atención en nuestra
humilde persona, ya que es mucho más provechoso y ade-
cuado elevar nuestra mente a la contemplación de la
gloria del bienaventurado Pedro y celebrar este día so-
lemne con la veneración de aquel que fue inundado tan
copiosamente por la misma fuente de todos los carismas,
de modo que, habiendo sido el único que recibió en su
persona tanta abundancia de dones, nada pasa a los de-
más si no es a través de él. Así, el Verbo hecho carne
habitaba ya entre nosotros, y Cristo se había entregado
totalmente a la salvación del género humano.

Responsorio

R. Dijo Jesús a Simón: «Yo te digo: Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, * y los pode-
res del infierno no la derrotarán.»

V. Dios la ha fundado para siempre.

R. Y los poderes del infierno no la derrotarán.
La oración conclusiva como en las Laudes.

ORACIÓN.

Oremos:
Señor, tú que nos has prometido que las fuerzas
del mal nunca prevalecerán contra la Iglesia, cimen-
tada sobre la roca de Pedro, haz que, por la interce-
sión del papa san León Magno, tu pueblo permanezca
siempre firme en la verdad y goce de una paz estable
y verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu HIjo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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