III semana
Daniel +
1972-2001
INVITATORIO
V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
Ant Adoremos a Dios, porque él nos ha creado.
HIMNO
Con entrega, Señor, a ti venimos,
escuchar tu palabra deseamos;
que el Espíritu ponga en nuestros labios
la alabanza al Padre de los cielos.
Se convierta en nosotros la palabra
en la luz que a los hombres ilumina,
en la fuente que salta hasta la vida,
en el pan que repara nuestras fuerzas;
en el himno de amor y de alabanza
que se canta en el cielo eternamente,
y en la carne de Cristo se hizo canto
de la tierra y del cielo juntamente.
Gloria a ti, Padre nuestro, y a tu Hijo,
el Señor Jesucristo, nuestro hermano,
y al Espíritu Santo, que, en nosotros,
glorifica tu nombre por los siglos. Amén.
SALMODIA
Ant.1 La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor.
- Salmo 88, 2-38 -
--I--
Cantaré eternamente la misericordia del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Pues dijiste: "Cimentado está por siempre mi amor,
asentada más que el cielo mi lealtad."
Sellé una alianza con mi elegido,
jurando a David, mi siervo:
"Te fundaré un linaje perpetuo,
edificaré tu trono para todas las edades."
El cielo proclama tus maravillas, Señor,
y tu fidelidad, en la asamblea de los ángeles.
¿Quién sobre las nubes se compara a Dios?
¿Quién como el Señor entre los seres divinos?
Dios es temible en el consejo de los ángeles,
es grande y terrible para toda su corte.
Señor de los ejércitos, ¿quién como tú?
El poder y la fidelidad te rodean.
Tú domeñas la soberbia del mar
y amansas la hinchazón del oleaje;
tú traspasaste y destrozaste a Rahab,
tu brazo potente desbarató al enemigo.
Tuyo es el cielo, tuya es la tierra;
tú cimentaste el orbe y cuanto contiene;
tú has creado el norte y el sur,
el Tabor y el Hermón aclaman tu nombre.
Tienes un brazo poderoso:
fuerte es tu izquierda y alta tu derecha.
Justicia y derecho sostienen tu trono,
misericordia y fidelidad te preceden.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, ¡oh Señor!, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es so orgullo.
Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant.1 La misericordia y la fidelidad te preceden, Señor.
Ant. 2 El Hijo de Dios nació según la carne de la
estirpe de David.
--II--
Un día hablaste en visión a tus amigos:
"He ceñido la corona a un héroe,
he levantado a un soldado sobre el pueblo."
Encontré a David, mi siervo,
y lo he ungido con óleo sagrado;
para que mi mano esté siempre con él
y mi brazo lo haga valeroso;
no lo engañará el enemigo
ni los malvados lo humillarán;
ante él desharé a sus adversarios
y heriré a los que lo odian.
Mi fidelidad y misericordia lo acompañarán,
por mi nombre crecerá su poder:
extenderé su izquierda hasta el mar,
y su derecha hasta el Gran Río.
Él me invocará: "Tú eres mi padre,
mi Dios, mi Roca salvadora";
y yo lo nombraré mi primogénito,
excelso entre los reyes de la tierra.
Le mandaré eternamente mi favor,
y mi alma con él será estable;
le daré una posteridad perpetua
y un trono duradero como el cielo.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2 El Hijo de Dios nació según la carne de la
estirpe de David.
Ant. 3 Juré una vez a David, mi siervo: "Tú linaje será
perpetuo."
--III--
Si sus hijos abandonan mi ley
y no siguen mis mandamientos,
si profanan mis preceptos
y no guardan mis mandatos,
castigaré con la vara sus pecados
y a latigazos sus culpas;
pero no les retiraré mi favor
ni desmentiré mi fidelidad,
no violaré mi alianza
ni cambiaré mis promesas.
Una vez juré por mi santidad
no faltar a mi palabra con David:
"Su linaje será perpetuo,
y su trono como el sol en mi presencia,
como la luna, que siempre permanece:
su solio será más firme que el cielo."
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3 Juré una vez a David, mi siervo: "Tú linaje será
perpetuo."
VERSÍCULO
V. La explicación de tus palabras ilumina.
R. Da inteligencia a los ignorantes.
PRIMERA LECTURA
Del libro del Génesis
22, 1-19
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abraham lla-
mándole:
«¡Abraham!»
Él respondió:
«Aquí me tienes.»
Dios le dijo:
«Toma a tu querido hijo único, a Isaac, y vete al país
de Moría y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los
montes que yo te indicaré.»
Abraham madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo
a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacri-
ficio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.
Al tercer día, levantó Abraham los ojos y descubrió el
sitio de lejos. Y Abraham dijo a sus criados:
«Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré
hasta allá para adorar y después volveremos con vo-
sotros.»
Abraham tomó la leña para el sacrificio, se la cargó
a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los
dos caminaban juntos. Isaac dijo a Abraham, su padre:
«Padre.»
Él respondió:
«Aquí estoy, hijo mío.»
El muchacho dijo:
«Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero,
para el sacrificio?»
Abraham contestó:
«Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.»
Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al
sitio que le había dicho Dios, Abraham levantó allí el
altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso
sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abraham
tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel
del Señor le gritó desde el cielo:
«¡Abraham, Abraham!»
Él contestó:
«Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó:
«No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada.
Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado
a tu hijo, tu único hijo.»
Abraham levantó los ojos y vio un carnero enredado
por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el car-
nero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abra-
ham llamó a aquel sitio «El Señor provee», por lo que
se dice aún hoy «El monte del Señor provee». El ángel
del Señor volvió a gritar a Abraham desde el cielo:
«Juro por mí mismo —oráculo del Señor—: por ha-
ber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo, tu
hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes
como las estrellas del cielo y como la arena de la playa.
Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciu-
dades enemigas. Todos los pueblos del mundo se ben-
decirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
Abraham volvió a sus criados, y juntos se pusieron
en camino hacia Berseba, y Abraham se quedó a vivir en
Berseba.
Responsorio
R. Por la fe, puesto a prueba, ofreció Abraham a Isaac;
y ofrecía a su unigénito, a aquel que era el deposi-
tario de las promesas; * concluyó de todo ello que
Dios podía resucitarlo de entre los muertos.
V. Creyó en aquel que da vida a los muertos y llama a
la existencia a lo que no es.
R. Concluyó de todo ello que Dios podía resucitarlo de
entre los muertos.
SEGUNDA LECTURA
De los Sermones de san Bernardo, abad, sobre el Cantar
de los cantares
¿Dónde podrá hallar nuestra debilidad un descanso
seguro y tranquilo sino en las llagas del Salvador? En
ellas habito con seguridad, sabiendo que él puede salvar-
me. Grita el mundo, me oprime el cuerpo, el diablo me
pone asechanzas, pero yo no caigo, porque estoy cimen-
tado sobre piedra firme. Si cometo un gran pecado, me
remorderá mi conciencia, pero no perderé la paz, porque
me acordaré de las llagas del Señor. Él, en efecto, jue
herido por nuestras rebeldías. ¿Qué hay tan mortífero
que no haya sido destruido por la muerte de Cristo? Por
esto, si me acuerdo que tengo a mano un remedio tan
poderoso y eficaz, ya no me atemoriza ninguna dolencia,
por maligna que sea.
Por esto no tenía razón aquel que dijo: Mi culpa es
demasiado grande para soportarla. Es que él no podía
atribuirse ni llamar suyos los méritos de Cristo, porque
no era miembro del cuerpo cuya cabeza es el Señor.
Pero yo tomo de las entrañas del Señor lo que me
falta, pues sus entrañas rebosan misericordia. Agujerea-
ron sus manos y pies y atravesaron su costado con una
lanza; y a través de estas hendiduras puedo libar miel sil-
vestre y aceite de rocas de pedernal, es decir, puedo gus-
tar y ver cuan bueno es el Señor.
Sus designios eran designios de paz, y yo lo igno-
raba. Porque, ¿quién ha conocido jamás la mente del Se-
ñor?, ¿quién ha sido su consejero? Pero el clavo penetran-
te se ha convertido para mí en una llave que me ha
abierto el conocimiento de la voluntad del Señor. ¿Por
qué no he de mirar a través de esta hendidura? Tanto el
clavo como la llaga proclaman que en verdad Dios está
en Cristo reconciliando al mundo consigo. Un hierro
atravesó su alma, hasta cerca del corazón, de modo que
ya no es incapaz de compadecerse de mis debilidades.
Las heridas que su cuerpo recibió nos dejan ver los
secretos de su corazón; nos dejan ver el gran misterio
de piedad, nos dejan ver la entrañable misericordia de
nuestro Dios, por la que nos ha visitado el sol que nace
de lo alto. ¿Qué dificultad hay en admitir que tus llagas
nos dejan ver tus entrañas? No podría hallarse otro
medio más claro que estas tus llagas para comprender
que tú, Señor, eres bueno y clemente, y rico en miseri-
cordia. Nadie tiene una misericordia más grande que el
que da su vida por los sentenciados a muerte y a la con-
denación.
Luego mi único mérito es la misericordia del Señor.
No seré pobre en méritos, mientras él no lo sea en mi-
sericordia. Y porque la misericordia del Señor es mucha,
muchos son también mis méritos. Y aunque tengo con-
ciencia de mis muchos pecados, donde abundó el pecado
sobreabundó la gracia. Y, si la misericordia del Señor
dura siempre, yo también cantaré eternamente las mise-
ricordias del Señor. ¿Cantaré acaso mi propia justicia?
Señor, narraré tu justicia, tuya entera. Sin embargo, ella
es también mía, pues tú has sido constituido mi justicia
de parte de Dios.
Responsorio
R. Él fue herido por nuestras rebeldías, triturado por
nuestros crímenes; él soportó el castigo que nos
trae la paz, * por sus llagas hemos sido curados.
V. Cristo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre
la cruz, para que, muertos al pecado, vivamos para la
justificación.
R. Por sus llagas hemos sido curados.
ORACIÓN.
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, dirige nuestras acciones
según tu voluntad, para que, invocando el nombre de tu
Hijo, abundemos en buenas obras. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo.
CONCLUSIÓN.
V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.
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