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Oficio de lectura
Martes XVIII Ordinario
Santo Domingo, presbítero
Memoria

Nació en Caleruega (España), alrededor del año 1170. Es-
tudió teología en Palencia y fue nombrado canónigo de la
Iglesia de Osma. Con su predicación y con su vida ejemplar
combatió con éxito la herejía albigense. Con los compañeros
que se le adhirieron en esta empresa fundó la Orden de Pre-
dicadores. Murió en Roma el dia 6 de agosto del año 1221

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Al Señor, al Dios grande, venid adorémosle.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra!
Penetra como fuego
y divide la entraña
¡Nada como tu voz,
es terrible tu espada!
¡Nada como tu aliento,
es dulce tu palabra!

Tenemos que vivir
encendida la lámpara,
que para virgen necia
no es posible la entrada.
No basta con gritar
sólo palabras vanas,
no tocar a la puerta
cuando ya está cerrada.

Espada de dos filos
que me cercena el alma,
que hiere a sangre y fuego
esta carne mimada,
que mata los ardores
para encender la gracia.

Vivir de tus incendios,
luchar por tus batallas,
dejar por los caminos
rumor de tus sandalias.
¡Espada de dos filos
es, Señor, tu palabra! Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.

- Salmo 36 -
--I--

No te exasperes por los malvados,
no envidies a los que obran el mal:
se secarán pronto, como la hierba,
como el césped verde se agostarán.

Confía en el Señor y haz el bien,
habita tu tierra y practica la lealtad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.

Encomienda tu camino al Señor,
confía en él, y él actuará:
hará brillar tu justicia como el amanecer;
tu derecho, como el mediodía.

Descansa en el Señor y espera en él,
no te exasperes por el hombre que triunfa
empleando la intriga:

cohibe la ira, reprime el coraje,
no te exasperes, no sea que obres mal;
porque los que obran mal son excluidos,
pero los que esperan en el Señor poseerán la tierra.

Aguarda un momento: desapareció el malvado,
fíjate en su sitio: ya no está;
en cambio los sufridos poseen la tierra
y disfrutan de paz abundante.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.

Ant. 2 Apártate del mal y haz el bien; al honrado lo
sostiene el Señor.

--II--

El malvado intriga contra el justo,
rechina sus dientes contra él;
pero el Señor se ríe de él,
porque ve que le llega su hora.

Los malvados desenvainan la espada,
asestan el arco,
para abatir a pobres y humildes,
para asesinar a los honrados;
pero su espada les atravesará el corazón,
sus arcos se romperán.

Mejor es ser honrado con poco
que ser malvado en la opulencia;
pues al malvadose se le romperán los brazos,
pero al honrado lo sostiene el Señor.

El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempos de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán;

pero los malvados perecerán,
los enemigos del Señor
se marchitarán como la belleza de un prado,
en humo se disiparán.

El malvado pide prestado y no devuelve,
el justo se compadece y perdona.
Los que el Señor bendice poseeen la tierra,
los que él maldice son excluidos.

El Señor asegura los pasos del hombre,
se complace de sus caminos;
si tropieza, no caerá,
porque el Señor lo tiene de la mano.

Fui joven, ya soy viejo:
nunca he visto a un justo abandonado,
ni a su linaje mendigando el pan.
A diario se compadece y da prestado;
bendita será su descendencia.

Apártate de mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.

Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá;
pero los justos poseen la tierra, la habitarán por siempre jamás.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Tú, Señor, ves las penas y los trabajos.

Ant. 3 Confía en el Señor y sigue su camino.

--III--

La boca del justo expone la sabiduría,
su lengua explica el derecho;
porque lleva en el corazón la ley de su Dios,
y sus pasos no vacilan.

El malvado espía al justo
e intenta darle muerte;
pero el Señor no lo entrega en sus manos,
no deja que lo condenen en el juicio.

Confía en el Señor, sigue su camino;
él te levantará a poseer la tierra,
y verás la expulsión de los malvados.

Vi a un malvado que se jactaba,
que prosperaba como un cedro frondoso;
volví a pasar, y ya no estaba;
lo busqué, y no lo encontré.

Observa al honrado, fíjate en el bueno:
su porvenir es la paz;
los impíos serán totalmente aniquilados,
el porvenir de los malvados quedará truncado.

El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva,
porque se acogen a él.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Confía en el Señor y sigue su camino.

VERSÍCULO

V. Enséñame, Señor, a gustar y a comprender.
R. Porque me fío de tus mandatos.

PRIMERA LECTURA

Del primer libro de los Reyes
22, 1-9. 15-23. 29. 34-38

En aquellos días, transcurrieron tres años sin guerra
entre Aram e Israel. Al tercer año bajó Josafat, rey de
Judá, hacia Ajab, rey de Israel, y el rey de Israel dijo
a sus servidores:

«Vosotros sabéis que Ramot de Galaad nos pertenece
y no hacemos nada por rescatarla de manos del rey de
Aram.»

Dijo a Josafat:

«¿Quieres venir conmigo para atacar a Ramot de Ga-
laad?»

Josafat respondió al rey de Israel:

«Tú y yo, tu pueblo y mi pueblo, tus caballos y mis
caballos son una misma cosa.»

Pero añadió Josafat al rey de Israel:

«Consulta antes, por favor, la palabra del Señor.»

El rey de Israel reunió a los profetas, cuatrocientos
hombres, y les dijo:

«¿Debo atacar a Ramot de Galaad, o debo desistir?»

Le respondieron:

«Sube, porque el Señor la entregará en tus manos.»

Pero Josafat dijo:

«¿No hay aquí algún otro profeta del Señor a quien
podamos consultar?»

Dijo el rey de Israel a Josafat:

«Queda todavía un hombre por quien podríamos con-
sultar al Señor, pero yo lo aborrezco, porque no me pro-
fetiza el bien, sino el mal. Es Miqueas, hijo de Yimlá.»

Replicó Josafat:

«No hable el rey así.»

Entonces el rey de Israel llamó a un eunuco y le dijo:

«Trae en seguida a Miqueas, hijo de Yimlá.»

Llegó Miqueas, y el rey le dijo:

«Miqueas, ¿debemos subir a Ramot de Galaad para
atacarla o debemos desistir?»

Le respondió:

«Sube, tendrás éxito, el Señor la entregará en manos
del rey.»

Pero el rey dijo:

«¿Cuántas veces he de conjurarte a que no me digas
más que la verdad en nombre del Señor?»

Entonces él dijo:

«He visto todo Israel disperso por las montañas como
ovejas sin pastor. El Señor ha dicho: "No tienen señor;
que vuelvan en paz cada cual a su casa."»

El rey de Israel dijo a Josafat:

«¿No te dije que nunca me anuncia el bien, sino el
mal?»

Miqueas continuó:

«Escucha la palabra del Señor: He visto al Señor sen-
tado en un trono y todo el ejército de los cielos estaba
a su lado, a derecha e izquierda. Preguntó el Señor:
"¿Quién engañará a Ajab para que suba y caiga en Ramot
de Galaad?" Y el uno decía una cosa y el otro otra. Se
adelantó un espíritu, se puso ante el Señor y dijo: "Yo
lo engañaré." El Señor le preguntó: "¿De qué modo?"
Aquél respondió: "Iré y me haré espíritu de mentira en
la boca de todos sus profetas." El Señor dijo: "Tú con-
seguirás engañarle. Vete y hazlo así." Ahora, pues, el
Señor ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos
estos profetas tuyos, pues el Señor ha predicho el mal
contra ti.»

El rey de Israel y Josafat, rey de Judá, subieron con-
tra Ramot de Galaad. Y acaeció que un hombre disparó
su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre las
placas de la coraza. El rey dijo a su auriga:

«Da la vuelta y sácame de la batalla, porque me sien-

to mal.»

Arreció aquel día la batalla y el rey fue sostenido en
pie en su carro frente a los árameos, y a la tarde murió;
la sangre de la herida corría por el fondo del carro.
A la caída del sol se corrió un grito por el campamento:

«Cada uno a su ciudad, cada uno a su tierra. El rey
ha muerto.»

Llegaron a Samaría y allí sepultaron al rey Ajab. La-
varon el carro con agua abundante junto a la alberca de
Samaría, y los perros lamían la sangre y las prostitutas
se bañaron en ella, según la palabra que el Señor había
dicho.

Responsorio

R. «Que no os engañen los profetas que viven entre
vosotros, porque os profetizan falsamente en mi
nombre; * yo sé muy bien lo que pienso hacer con
vosotros», dice el Señor.

V. Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su
boca.

R. «Yo sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros»,
dice el Señor.

SEGUNDA LECTURA

De varios escritos de la Historia de la Orden de Predicadores

La vida de Domingo era tan virtuosa y el fervor de
su espíritu tan grande, que todos veían en él un instru-
mento elegido de la gracia divina. Estaba dotado de una
firme ecuanimidad de espíritu, ecuanimidad que sólo
lograban perturbar los sentimientos de compasión o de
misericordia; y, como es norma constante que un cora-
zón alegre se refleja en la faz, su porte exterior, siempre
gozoso y afable, revelaba la placidez y armonía de su
espíritu. En todas partes, se mostraba, de palabra y de
obra, como hombre evangélico. De día, con sus herma-
nos y compañeros, nadie más comunicativo y alegre que
él. De noche, nadie más constante que él en vigilias y
oraciones de todo género. Raramente hablaba, a no ser
con Dios, en la oración, o de Dios, y esto mismo acon-
sejaba a sus hermanos.

Con frecuencia pedía a Dios una cosa: que le conce-
diera una auténtica caridad, que le hiciera preocuparse
de un modo efectivo en la salvación de los hombres, cons-
ciente de que la primera condición para ser verdadera-
mente miembro de Cristo era darse totalmente y con
todas sus energías a ganar almas para Cristo, del mismo
modo que el Señor Jesús, salvador de todos, ofreció toda
su persona por nuestra salvación. Con este fin instituyó
la Orden de Predicadores, realizando así un proyecto so-
bre el que había reflexionado profundamente desde hacía
ya tiempo.

Con frecuencia exhortaba, de palabra o por carta, a
los hermanos de la mencionada Orden, a que estudiaran
constantemente el nuevo y el antiguo Testamento. Lle-
vaba siempre consigo el evangelio de san Mateo y las
cartas de san Pablo, y los estudiaba intensamente, de
tal modo que casi los sabía de memoria.

Dos o tres veces fue elegido obispo, pero siempre rehu-
só, prefiriendo vivir en la pobreza, junto con sus herma-
nos, que poseer un obispado. Hasta el fin de su vida con-
servó intacta la gloria de la virginidad. Deseaba ser flage-
lado, despedazado y morir por la fe cristiana. De él afir-
mó el papa Gregorio noveno: «Conocí a un hombre tan
fiel seguidor de las normas apostólicas, que no dudo
que en el cielo ha sido asociado a la gloria de los mismos
apóstoles.»

Responsorio

R. Surgió como un fuego un nuevo heraldo de la sal-
vación, * y sus palabras eran como un horno en-
cendido.

V. Una doctrina auténtica llevaba en su boca, y en sus
labios no se hallaba maldad.

R. Y sus palabras eran como un horno encendido.

ORACIÓN.

Oremos:
Que tu Iglesia, Señor, encuentre siempre luz en las
enseñanzas de santo Domingo y protección en sus
méritos: que él, que durante su vida fue predicador
insigne de la verdad, sea ahora para nosotros un
eficaz intercesor ante ti. Por nuestro Señor Jesucri-
to, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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