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Oficio de lectura
Cátedra de San Pedro, apóstol.
Fiesta

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Venid, adoremos al Señor, rey de los apóstoles.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Dichoso Pedro, fiel pastor, recibe
las preces nuestras; rompe las cadenas
de nuestras culpas, tú que recibiste
poder de abrir los cielos y la tierra.

Al Uno y Trino sempiterna gloria,
honor, poder y jubulosos himnos,
porque él mantiene en unidad al mundo,
por todo el curso de incontables siglos. Amén.

SALMODIA

Ant. 1 Dijo Pedro: "Dios resucitó a Jesús, a quien vosotros
matasteis y lo exaltó en su gloria."

- Salmo 18 A -

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa su mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.

Asoma por un extremo del cielo,
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 Dijo Pedro: "Dios resucitó a Jesús, a quien vosotros
matasteis y lo exaltó en su gloria."

Ant. 2 El Señor ha enviado a su ángel y me ha librado de las
garras de Herodes.

Salmo 63

Escucha, ¡oh Dios!, la voz de mi lamento,
protege mi vida del terrible enemigo;
escóndeme de la conjura de los perversos
y del motín de los malhechores:

afilan sus lenguas como espadas
y disparan como flechas palabras venenosas,
para herir a escondidas al inocente,
para herirlo por sorpresa y sin riesgo.

Se animan al delito,
calculan cómo esconder trampas,
y dicen: "¿Quién lo descubrirá?"
Inventan maldades y ocultan sus invenciones,
porque su mente y su corazón no tienen fondo.

Pero Dios los acribilla a flechazos,
por sorpresa los cubre de heridas;
su misma lengua los lleva a la ruina,
y los que lo ven menean la cabeza.

Todo el mundo se atemoriza,
proclama la obra de Dios
y medita sus acciones.

El justo se alegra con el Señor,
se refugia en él,
y se felicitan los rectos de corazón.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 El Señor ha enviado a su ángel y me ha librado de las
garras de Herodes.

Ant. 3 Una nube brillante los envolvió y se oyó la voz del
del Padre: "Éste es mi Hijo muy amado."

-Salmo 96-

El Señor reina, la tierra goza,
se alegran las islas innumerables.
Tiembla y nubes lo rodean,
justicia y derecho sostienes su trono.

Delante de él avanza fuego
abrasando en torno a los enemigos;
sus relámpagos deslumbran el orbe,
y, viéndolos, la tierra se estremece.

Los montes se derriten como cera
ante el dueño de toda la tierra
los cielos pregonan su justicia,
y todos los pueblos contemplan su gloria.

Los que adoran estatuas se sonrojan,
los que ponen su orgullo en los ídolos;
ante él se postran todos los dioses.

Lo oye Sión, y se alegra,
se regocijan las ciudades de Judá
por tus sentencias, Señor;

porque tú eres, Señor,
altísimo sobre toda la tierra,
encumbrado sobre todos los dioses.

El Señor ama al que aborrece el mal,
protege la vida de sus fieles
y los libra de los malvados.

Amanece la luz para el justo,
y la alegría para los rectos de corazón.
Alegraos, justos, con el Señor,
celebrad su santo nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Una nube brillante los envolvió y se oyó la voz del
del Padre: "Éste es mi Hijo muy amado."

VERSÍCULO

V. Señor, ¿a quién vamos a ir?
R. Tú tienes palabras de vida eterna.

PRIMERA LECTURA

De los Hechos de los apóstoles
11, 1-18

Por aquellos días, los apóstoles y los hermanos que
había en Judea se enteraron de que también los paganos
habían recibido la palabra de Dios. Y, cuando Pedro su-
bió a Jerusalén, los convertidos del judaísmo discutían
con él y le reprochaban el que hubiese entrado en casa
de hombres incircuncisos y hubiese comido con ellos,
Pedro, entonces, comenzó a exponerles punto por punto
lo sucedido:

"Estaba yo haciendo oración en la ciudad de Joppe,
cuando tuve en éxtasis una visión: vi algo así como un
mantel inmenso, suspendido por las cuatro puntas, que
iba bajando del cielo y llegaba hasta mí. Lo miré aten-
tamente y vi dentro de él cuadrúpedos de la tierra, fie-
ras, reptiles y aves del cielo. Y oí una voz que me decía:
"Levántate, Pedro, mata y come." Pero yo respondí: "De
ninguna manera, Señor, pues jamás ha entrado en mi
boca nada profano ni impuro." De nuevo me habló la
voz venida del cielo: "Lo que Dios ha purificado no lo
llames tú impuro." Se repitió esto por tres veces y, final-
mente, todo fue recogido de nuevo hacia el cielo.

En aquel mismo momento, en la casa donde y esta-
ba, se presentaron tres hombres que habían sido envia-
dos en mi busca desde Cesarea. El Espíritu me mandó
acompañarlos sin vacilación alguna. Fueron también
conmigo estos seis hermanos y entramos todos en la
casa del hombre que me había llamado. Él nos contó
cómo había visto un ángel que se presentó en su casa y
le dijo: "Manda a buscar en Joppe a Simón, que tiene
el sobrenombre de Pedro. Él te dirá lo que tienes que
hacer para que tú y toda tu casa alcancéis la salvación."

Apenas había comenzado yo a hablar algunas pala-
bras, cuande descendió sobre ellos el Espíritu Santo,
como había descendido sobre nosotros en un principio.
Entonces me acordé de aquellas palabras que dijo el
Señor: "Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis
bautizados con el Espíritu Santo." Así pues, si Dios les
había concedido el mismo don que a nosotros, por ha-
ber creido en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo, para
oponerme a Dios?"

Ante esas palabras se tranquilizaron y glorificaron a
Dios, diciendo:

"Así, pues, Dios ha concedido también a los demás
pueblos, la conversión que conduce a la vida."

Responsorio.

R. Pedro, yo he rogado por ti, para que tu fe no des-
fallezca; y tú, una vez convertido, confirma a tus
hermanos.

V. Esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino
mi Padre que está en los cielos.

R. Y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san León Magno, papa.

De entre todo el mundo, sólo Pedro es elegido para
ser puesto al frente de la multitud de los llamados, de
todos los apóstoles, de todos los Padres de la Tglesia;
pues, aunque en el pueblo de Dios son muchos los sacer-
dotes, muchos los pastores, a todos los rige Pedro, bajo el
supremo gobierno de Cristo. Dios, amadísimos hermanos,
se dignó conceder a este hombre una grande y admirable
participación en su poder; y todo aquello que quiso que
los demás jefes del pueblo tuvieran en común con él se
le otorgó a través de él.

El Señor pregunta a los apóstoles que piensa la gente
acerca de él, y su respuesta concuerda en cuanto que
expresa la desorientación de la ignorancia de los hom-
bres.

Pero, tan pronto como interroga a sus discípulos so-
bre la convicción que ellos tienen, el primero entre ellos
en dignidad es el primero también en confesar al Señor.
Cuando Pedro hubo dicho a Jesús: Tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios vivo,
Jesús respondió: Bienaventurado
eres tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha
revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está
en los cielos.
Es decir: "Bienaventurado eres, porque mi
Padre te ha instruido; no has sido engañado por las opi-
niones terrenas, sino que te ha iluminado la inspiración
celestial; ni la carne ni la sangre te han proporcionado el
conocimiento de mi persona, sino aquel de quien soy el
Hijo único."

Y yo --añade-- te digo; esto es: "Así como mi Padre
te ha revelado mi divinidad, así quiero yo a mi vez darte
a conocer tu propia dignidad: Tú eres Pedro", esto es:
"Yo soy la piedra inquebrantable, yo soy la piedra angu-
lar que hago de los dos pueblos una sola cosa,
yo soy el
fundamento fuera del cual nadie puede edificar; pero
también tú eres piedra, porque por mi virtud has adqui-
rido tal firmeza, que tendrás juntamente conmigo, por
participación, los poderes que yo tengo en propiedad."

Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes
del infierno no la derrotarán.
"Sobre esta piedra firme
--quiere decir-- edificaré un templo eterno, y la alta
mole de mi Iglesia, llamada a penetrar en el cielo, se
apoyará en la firmeza de esta fe."

Los poderes del infierno no podrán impedir esta pro-
fesión de fe, los vínculos de la muerte no la sujetarán,
porque estas palabras son palabras de vida. Ellas intro-
ducen en el cielo a los que las aceptan, hunden en el
infierno a los que las niegan.

Por eso dice Jesús al bienaventurado Pedro: Yo te
daré las llaves del reino de los cielos; y todo los que ata-
res sobre la tierra será atado en el cielo, y todo lo que
desatares sobre la tierra será desatado en el cielo.

Verdad es que este poder fue comunicado también
a los demás apóstoles y que este decreto contitutivo
concierne igualmente a todos los que rigen la Iglesia,
pero al confiar semejante prerrogativa, no sin razón se
dirige el Señor a uno solo, auque hable para todos, Esta
autoridad queda confiada de un modo singular a Pedro,
porque el es constituido cabeza de todos los pastores de
la Iglesia.

Responsorio.

R. Simón Pedro, antes que te llamara de tu nave, yo te
conocía, y te constituí como príncipe de mi pueblo;
yo te he entregado las llaves del reino de los
cielos.

V. Todo lo que atares sobre la tierra será atado en el
cielo, y todo lo que desatares sobre la tierra será
desatado en el cielo.

R. Yo te he entregado las llaves del reino de los cielos.

HIMNO FINAL

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

Oremos:
No permitas, Señor, que ninguna desorientación
llegue a perturbar nunca la fe de la Iglesia, que tú
quisiste estuviera cimentada sobre la roca sólida de
la confesión del apóstol san Pedro. Por nuestro Se-
ñor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

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