[Laudes] [Angelus] [Nona] [Vísperas] [Completas] [El Santo Rosario]
[Inicio]

Oficio de lectura
Jueves XVIII Ordinario
San Lorenzo, diácono y mártir.
Fiesta

10 agosto

Era diácono de la Iglesia de Roma y murió mártir en la
persecución de Valeriano, cuatro días después de Sixto II,
papa, y sus compañeros, los cuatro diáconos romanos. Su se-
pulcro se halla junto a la vía Tiburtina, en el "ager Veranus."
Constantino Magno erigió una basílica en aquel lugar. Su cul-
to se había difundido en la Iglesia ya en el siglo IV.

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Entrad en la presencia del Señor con aclamaciones.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?

A voz de tu aliento
se estremeció la nada;
la hermosura brilló
y amaneció la gracia.

Señor, ¿a quién iremos,
st tu voz no nos habla?

Nos hablas en las voces
de tu voz semejanza:
en los goces pequeños
y en las angustias largas.

Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres la Palabra?

En los silencios íntimos
donde se siente el alma,
tu clara voz creadora
despierta la nostalgia.

¿A quién iremos, Verbo,
entre tantas palabras?

Al golpe de la vida,
perdemos la esperanza;
hemos roto eo camino
y el roce de tu planta.

¿A dónde iremos, dinos,
Señor, si no nos hablas?

¡Verbo del Padre, Verbo
de todas la mañanas,
de las tardes serenas,
de las noches cansadas!

¿A dónde iremos, Verbo,
si tú eres la Palabra? Amén.

SALMODIA

Ant.1 Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso
damos gracias a tu nombre.

- Salmo 43-
--I--

¡Oh Dios!, nuestros oídos lo oyeron,
nuestros padres nos lo han contado:
la obra que realizaste en sus días,
en los años remotos.

Tú mismo, con tu mano, desposeiste a los gentiles,
y los plantaste a ellos;
trituraste a las naciones,
y los hiciste crecer a ellos.

Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
ni su brazo el que les dio la victoria;
sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
porque tú los amabas.

Mi rey y mi Dios eres tú,
que das la victoria a Jacob:
con tu auxilio embestimos al enemigo,
en tu nombre pisoteamos al agresor.

Pues yo no confío en mi arco,
ni mi espada me da la victoria;
tú nos das la victoria sobre el enemigo
y derrotas a nuestros adversarios.

Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
y siempre damos gracias a tu nombre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.1 Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso
damos gracias a tu nombre.

Ant. 2 Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al
oprobio.

--II--

Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
nos haces retroceder ante el enemigo,
y nuestro adversario nos saquea.

Nos entregas como ovejas a la matanza
y nos has dipersado por las naciones;
vendes a tu pueblo por nada,
no lo tasas muy alto.

Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
irrisión y burla de los que nos rodean;
nos has hecho el refrán de los gentiles,
nos hacen muecas las naciones.

Tengo siempre delante mi deshonra,
y la vergüenza me cubre la cara
al oír insultos e injurias,
al ver a mi rival y a mi enemigo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al
oprobio.

Ant. 3 Levántate, Señor, y redimenos por tu misericordia.

--III--

Todo eso nos viene encima,
sin haberte olvidado
ni haber violado tu alianza,
sin que se volviera atrás nuestros pasos;
y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
y nos cubriste de tinieblas.

Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
y extendido las manos a un dios extraño,
el Señor lo habría averiguado,
pues él penetra los secretos del corazón.

Por tu causa nos degüellan cada día,
nos tratan como ovejas de matanza.
Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
levántate, no nos rechaces más.
¿Por qué nos escondes tu rostro
y olvidas nuestra desgracia y opresión?

Nuestro aliento se hunde en el polvo,
nuestro vientre está pegado a suelo.
Levántate a socorrernos,
redímenos por tu misericordia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Levántate, Señor, y redimenos por tu misericordia.

VERSÍCULO

V. Señor, ¿a quién vamos a ir?
R. Tú tienes palabras de vida eterna.

PRIMERA LECTURA

Del segundo libro de los Reyes
2, 1-15

Esto pasó cuando el Señor arrebató a Elias en el
torbellino al cielo. Elias y Eliseo partieron de Guilgal.
Dijo Elias a Eliseo:

«Quédate aquí, porque el Señor me envía a Betel.»

Eliseo dijo:

«Vive el Señor y vive tu alma que no te dejaré.»

Y bajaron a Betel. Salió la comunidad de los profetas
que había en Betel al encuentro de Eliseo y le dijeron:

«¿No sabes que el Señor arrebatará a tu señor por
encima de tu cabeza?»

Respondió:

«También yo lo sé. ¡Callad!»

Elias dijo a Eliseo:

«Quédate aquí, porque el Señor me envía a Jericó.»

Pero él respondió:

«Vive el Señor y vive tu alma que no te dejaré.»

Y siguieron hacia Jericó. Se acercó a Eliseo la co-
munidad de los profetas que había en Jericó y le dijeron:

«¿No sabes que el Señor arrebatará hoy a tu señor
por encima de tu cabeza?»

Respondió:

«También yo lo sé. ¡Callad!»
Le dijo Elias:

«Quédate aquí, porque el Señor me envía al Jordán.»

Respondió:

«Vive el Señor y vive tu alma que no te dejaré.»

Y fueron los dos. Cincuenta hombres de la comunidad
de los profetas vinieron y se quedaron enfrente, a cierta
distancia; ellos dos se detuvieron junto al Jordán. Tomó
Elias, su manto, lo enrolló y golpeó las aguas, que se
dividieron de un lado y de otro, y pasaron ambos a pie
enjuto. Cuando hubieron pasado, dijo Elias a Eliseo:

«Pídeme lo que quieras que haga por ti antes de ser
arrebatado de tu lado.»

Dijo Eliseo:

«Que tenga doble porción de tu espíritu.»

Respondió Elias:

«Pides una cosa difícil; si alcanzas a verme cuando
sea llevado de tu lado, lo tendrás; si no, no lo tendrás.»

Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro
de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos;
y Elias subió al cielo en un torbellino. Eliseo lo veía y
clamaba:

«¡Padre mío, padre mío! ¡Carro y caballos de Israel!
¡Auriga suyo!»

Y no lo vio más. Asió sus vestidos y los desgarró en
dos. Recogió el manto que se le había caído a Elias y
se volvió, parándose en la orilla del Jordán. Tomó el
manto de Elias y golpeó las aguas, diciendo:

«¿Dónde está el Señor, el Dios de Elias?»

Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de
otro, y pasó Eliseo. Habiéndole visto la comunidad de
los profetas que estaban enfrente, dijeron:

«El espíritu de Elias reposa sobre Eliseo.»

Fueron a su encuentro y se postraron ante él en tierra.

Responsorio

R. Yo os enviaré al profeta Elias antes de que llegue
el día del Señor, grande y terrible. * Él hará volver
el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón
de los hijos hacia los padres.

V. Juan Bautista será grande a los ojos del Señor, y lo
precederá en su venida con el espíritu y el poder
de Elias.

R. Él hará volver el corazón de los padres hacia los
hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres.

SEGUNDA LECTURA

De los Sermones de san Agustín, obispo

La Iglesia de Roma nos invita hoy a celebrar el triunfo
de san Lorenzo, que superó las amenazas y seducciones
del mundo, venciendo así la persecución diabólica. Él,
como ya se os ha explicado más de una vez, era diácono
de aquella Iglesia. En ella administró la sangre sagrada
de Cristo, en ella también derramó su propia sangre por
el nombre de Cristo. El apóstol san Juan expuso clara-
mente el significado de la Cena del Señor, con aquellas
palabras: Como Cristo dio su vida por nosotros, también
nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos. Así
lo entendió san Lorenzo; así lo entendió y así lo practicó;
lo mismo qué había tomado de la mesa del Señor, eso
mismo preparó. Amó a Cristo durante su vida, lo imitó
en su muerte.

También nosotros, hermanos, si lo amamos de verdad,
debemos imitarlo. La mejor prueba que podemos dar de
nuestro amor es imitar su ejemplo, porque Cristo pade-
ció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que siga-
mos sus huellas. Según estas palabras de san Pedro, pa-
rece como si Cristo sólo hubiera padecido por los que
siguen sus huellas, y que la pasión de Cristo sólo apro-
vechara a los que siguen sus huellas. Lo han imitado
los santos mártires hasta el derramamiento de su sangre,
hasta la semejanza con su pasión; lo han imitado los
mártires, pero no sólo ellos. El puente no se ha derrum-
bado después de haber pasado ellos; la fuente no se ha
secado después de haber bebido ellos.

Tenedlo presente, hermanos: en el huerto del Señor no
sólo hay las rosas de los mártires, sino también los lirios
de las vírgenes y las yedras de los casados, así como
las violetas de las viudas. Ningún hombre, cualquiera que
sea su género de vida, ha de desesperar de su vocación:
Cristo ha sufrido por todos. Con toda verdad está es-
crito de él: Nuestro Salvador quiere que todos los hom-
bres se salven y lleguen al pleno conocimiento de la
verdad.

Entendamos, pues, de qué modo el cristiano ha de se-
guir a Cristo, además del derramamiento de sangre, ade-
más del martirio. El Apóstol, refiriéndose a Cristo, dice:
A pesar de su condición divina, no hizo alarde de su
categoría de Dios. ¡Qué gran majestad! Al contrario, se
anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pa-
sando por uno de tantos. ¡Qué gran humildad!

Cristo se rebajó: esto es, cristiano, lo que debes tú
procurar. Cristo se sometió: ¿cómo vas tú a enorgulle-
certe? Finalmente, después de haber pasado por semejan-
te humillación y haber vencido la muerte, Cristo subió al
cielo: sigámoslo. Oigamos lo que dice el Apóstol: Si ha-
béis sido resucitados con Cristo, buscad las cosas de arri-
ba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios.

Responsorio

R. San Lorenzo exclamó: «Yo adoro a mi Dios y sólo
a él le sirvo; * por eso no temo tus tormentos.»

V. El Señor es mi roca en que me amparo.

R. Por eso no temo tus tormentos.

HIMNO FINAL

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
por los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.

Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.

Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.

A ti, Señor me acojo,
no quede yo nunca defraudado.

ORACIÓN.

Oremos:
Dios nuestro, que inflamaste con el fuego de tu
amor a san Lorenzo, para que brillara por la fide-
lidad a su servicio diaconal y por la gloria de un
heroico martirio, haz que nosotros te amemos siem-
pre como él te amó y practiquemos lo que él enseñó.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. Bendigamos al Señor.
R, Demos gracias a Dios.

Esta página fue digitalizada por
El Equipo de oficiodivino.com
oficiodivino@hotmail.com

http://oficiodivino.com

Si deseas ayudarnos:
[Tu ayuda]

2023

[Laudes] [Angelus] [Nona] [Vísperas] [Completas] [El Santo Rosario]
[Inicio]