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Laudes
NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE,
PATRONA DE AMÉRICA.

La Virgen santa María de Guadalupe.

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Venid, adoremos a Cristo, hijo de la siempre
Virgen María.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Ayer, Alba en el alba, subiste presurosa
por servir a tu prima, cual sierva ante los siervos.
Hoy a México bajas, cual Rosa misteriosa,
para anuciar al indio que en sus ratos acervos

jamás estará solo: porque jamás, oh Madre,
ha sido en nuestra historia cobarde subterfugio;
porque tú eres la escala ante el Hijo del Padre:
¡tú el regazo y el puente; tú defensa y refugio!

Eres cifra y compendio de nuestra patria suave;
eres signo y substancia de nuestra nueva raza;
eres lámpara y cuna, eres báculo y ave,
eres vínculo y nudo, eres tilma, eres casa.

Por tus manos en hueco, patena de ternura,
consagramos al Padre de todos los consuelos,
por el Hijo, en la Llama quemaste la amargura
del sudor hecho lágrimas y el júbilo hecho anhelos.
Amén.

SALMODIA

Ant. 1 ¿Quién es esta que surge como el alba, hermosa como
la luna y límpida como el sol, imponente como escuadrón
a banderas desplegadas?

- Salmo 62 -

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansias de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a las sombras de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1 ¿Quién es esta que surge como el alba, hermosa como
la luna y límpida como el sol, imponente como escuadrón
a banderas desplegadas?

Ant. 2 Yo soy la siempre Virgen santa María, Madre del
verdadero Dios por quien se vive.

Cántico.
Dn. 3,57-88. 56

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Angeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieve, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzadlo, por los siglos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Yo soy la siempre Virgen santa María, Madre del
verdadero Dios por quien se vive.

Ant. 3 Como el águila incita a volar a sus polluelos y
revolotea sobre el nido, así extendió ella sus alas
y los llevó sobre su plumaje.

-Salmo 149-

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Como el águila incita a volar a sus polluelos y
revolotea sobre el nido, así extendió ella sus alas
y los llevó sobre su plumaje.

LECTURA BREVE

Cf. Sir 50, 5-10

¡Qué majuestuosa cuando salía detrás del velo! Como
estrella matutina en medio de las nubes, como la luna
en los días de plenilunio, como el sol cuando brilla
sobre el templo del Altísimo, como el arco iris que
ilumina las nubes de gloria, como flor de rosal en
primavera, como lirio junto a un manantial, como
vaso de oro macizo adornado con piedras preciosas.

SEGUNDA LECTURA

Del Nicán Mopohua, relato del escritor indígena del siglo
dieciseis don Antonio Valeriano

Un sábado de mil quinientos treinta y uno, a pocos
días del mes de diciembre, un indio de nobre Juan
Diego iba muy de madrugada del pueblo en que residía
a Tlatelolco, a tomar parte en el culto divino y a escu-
char los mandatos de Dios. Al llegar junto al cerrillo
llamado Tepeyac, amanecía, y escuchú que le llamaban
de arriba del cerrillo:
"Juanito, Juan Dieguito."

Él subió a la cumbre y vió a una señora de sobrehu-
mana grandeza, cuyo vestido era radiante como el sol, la
cual, con palabra muy blanda y cortés, le dijo:
"Juanito, el más pequeño de mis hijo, sabe y ten en-
tendido que yo soy la siempre Virgen María, Madre del
verdadero Dios por quien se vive. Deseo vivamente que
se me erija aquí un templo, para en él mostrar y pro-
digar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos
los moradores de esta tierra y a los demás amadores
míos que me invoquen y en mí confíen. Ve al Obispo de
México a manifestarle lo que mucho deseo. Anda y pon
en ello todo tu esfuerzo."

Cuando llegó Juan Diego a presencia del Obispo Don
Fray Juan de Zumárraga, religioso de san Francisco, éste
pareció no darle crédito y le respondió:
"Otra vez vendrás y te oiré más despacio."

Juan Diego volvió a la cumbre del cerrillo, donde la
Señora del Cielo le estaba esperando, y le dijo:
"Señora, la más pequeña de mis hijas, niña mía, expu-
se tu mensaje al Obispo, pero pareció que no lo tuvo por
cierto. Por lo cual te ruego que le encargues a alguno de
los principales que lleve tu mensaje para que le crean,
porque yo soy sólo un hombrecillo."

Ella le respondió:
"Mucho te ruego, hijo mío el más pequeño, que otra
vez vayas mañana a ver al Obispo y le digas que yo en
persona la siempre Virgen santa María, Madre de Dios,
soy quien te envió."

Pero al dIa siguiente, domingo, el Obispo tampoco le
dio crédito y le dijo que era muy necesaria alguna señal
para que se le pudiera creer que le enviaba la misma Se-
ñora del Cielo. Y le despidió.

El lunes, Juan Diego ya no volvió. Su tío Juan Ber-
nardino se puso muy grave y, por la noche, le rogó que
fuera a Tlatelolco muy de madrugada a llamar un sacer-
dote que fuera a confesarle.

Salió Juan Diego el martes, pero dio vuelta al cerrillo
y pasó al otro lado, hacia el oriente, para llegar pronto a
México y que no le detuviera la Señora del Cielo. Más
ella le salió al encuentro a un lado del cerro y le dijo:
"Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es
nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón
ni te inquiete cosa alguna. ¿no estoy yo aquí que soy tu
Madre? ¿no estás bajo mi sombra? ¿no estas por ven-
tura en mi regazo? No te aflija la enfermedad de tu tío.
Está seguro de que ya sanó. Sube ahora, hijo mío, a la
cumbre del cerrillo, donde hallarás diferentese flores; cór-
talas y tráelas a mi presencia."

Cuando Juan Diego llegó a la cumbre, se asombró mu-
chísimo de que hubiesen brotado tantas exquisitas rosas
de Castilla, porque a la sazón encrudecía el hielo y las
llevó en los pliegues de su tilma a la Señora del Cielo.
Ella le dijo:
"Hijo mío, ésta es la prueba y señal que llevarás al
Obispo para que vea en ella mi voluntad. Tú eres mi em-
bajador muy digno de conrianza."

Juan Diego se puso en camino, ya contento y seguro
de salir bien. Al llegar a la presencia del Obispo, le dijo:

"Señor, hice lo que me ordenaste. La Señora del Cielo
condescendió a su recado y lo cumplió. Me despachó a
la cumbre del cerrillo a que fuese a cortar varias rosas
de Castilla. Y me dijo que te las trajera y que a ti en
persona te las diera. Y así lo hago, para que en ellas veas
la señal que pides y cumplas su voluntad. Helas aquí:
recíbelas."

Desenvolvió luego su blanca manta, y, así que se es-
parcieron por el suelo todas las diferentes rosas de Cas-
tilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa
imagen de la siempre Virgen santa María, Madre de Dios,
de la manera que está y se guarda hoy en su templo del
Tepeyac.

La ciudad entera se conmovió, y venía a ver y a admi-
rar su devota imagen y hacerle oración, y, siguiendo el
mandato que la misma Señora del Cielo diera a Juan
Bernardino cuando le devolvió la salúd se le nombró,
como bien había de nombrarse: "La Virgen san-
ta María de Guadalupe."

RESPONSORIO BREVE

V. Levanto mis ojos a los montes,
¿de dónde me vendrá el auxilio?
R. Levanto mis ojos a los montes,
¿de dónde me vendrá el auxilio?

V. Señor, por ti madrugo, dame una señal propicia.
R. ¿De dónde me vendrá el auxilio?

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Levanto mis ojos a los montes,
¿de dónde me vendrá el auxilio?

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sube a un alto monte, alegre mensajero de Jerusalén,
di a las ciudades de Judá: "¡Aquí está vuestro Dios!
Como un pastor pastorea a su pueblo."

Cántico de Zacarías
Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sube a un alto monte, alegre mensajero de Jerusalén,
di a las ciudades de Judá: "¡Aquí está vuestro Dios!
Como un pastor pastorea a su pueblo."

PRECES.

Alabemos a Dios Padre todopoderoso, el Creador
por quien se vive, y digámosle:

Señor, por quien vivimos, escucha nuestra ple-
garia.

Bendito seas, Señor del universo, que en tu inmen-
sa piedad nos enviaste a la Madre de tu Hijo,
para llamarnos a la fe y hacernos ingresar a tu
pueblo santo.

Te bendecimos, Señor, porque ocultaste tu mensa-
je a los sabios y prudentes según el mundo
y lo revelaste a los pequeños, a los que son teni-
dos por insignificantes y despreciables.

Concédenos ser, como Juan Diego, embajadores tu-
yos muy dignos de confianza,
que llevemos a todos los hombres y todas las
naciones tu mensaje de amor y de paz.

Tú que, con la presencia de María, haces brillar
los riscos como perlas y las espinas como el oro,
haz que el amor de la Santísima Virgen María
nos transforme en otros Cristos.

Haz que , como Juan Diego, seamos siempre fieles
al culto divino y tus mandatos,
para que merezcamos, también nosotros, que la
Virgen María nos salga al paso en el camino de
nuestra vida.

Se pueden añadir algunas intenciones libres
peticiones

Con la confianza que nos da la predilección mostra-
da por la santa María de Dios hacia nosotros, digá-
mosle al Padre de los Cielos, con profundo amor filial:
Padre nuestro .............

ORACIÓN.

Señor, Dios nuestro, que has concedido a tu pueblo
la protección maternal de la siempre Virgen María,
Madre de tu Hijo, concédenos, por su intercesión, per-
manecer siempre firmes en la fe y servir con sincero
amor a nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesu-
Cristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

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