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Laudes
Miércoles
SAN VICENTE DE PAÚL, presbítero
Memoria

27 de septiembre

Nació en Aquitania el año 1581. Cursados los correspon-
dientes estudios, fue ordenado sacerdote y ejerció de párroco
en París. Fundó la Congregación de la Misión, destinada a la
formación del clero y al servicio de los pobres, y también, con
la ayuda de santa Luisa de Marillae, la Congregación de Hijas
de la Caridad. Murió en París el año 1660.

Martha de Jesús+
1941-2008

Daniel +
1972-2001

INVITATORIO

V. Señor, abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Ant Adoremos a Dios, porque él nos ha creado.
[Sal 94] ó [Sal 99] ó [Sal 66] ó [Sal 23]

HIMNO

Sentencia de Dios al hombre
antes que el día comience:
"Que tu pan no venga a tu mesa
sin el sudor de tu frente.

Ni el sol se te da de balde,
ni el aire por ser quien eres:
las cosas son herramientas
y buscan quién las maneje.

El mar les pone corazas
de sal amarga a los peces;
el hondo sol campesino
madura a fuego las mieses.

La piedra, con ser la piedra,
guarda una chispa caliente;
y en el rumor de la nube
combaten el rayo y la nieve.

A ti te inventé las manos
y un corazón que no duerme;
puse en tu boca palabras
y pensamiento en tu frente.

No basta con dar las gracias
sin dar lo que las merece:
a fuerza de gratitudes
se vuelve la tierra estéril." Amén.

SALMODIA

Ant.1 Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.

- Salmo 35 -

El malvado escucha en su interior
un oráculo del pecado:
"No tengo miedo a Dios,
ni en su presencia."
Porque se hace la ilusión de que su culpa
no será descubierta ni aborrecida.

Las palabras de su boca son maldad y traición,
renuncia a ser sensato y a obrar bien;
acostado medita el crimen,
se obstina en el mal camino,
no rechaza la maldad.

Señor, tu misericordia llega al cielo,
tu fidelidad hasta las nubes,
tu justicia hasta las altas cordilleras;
tus sentencias son como el océano inmenso.

Tú socorres a los hombres y animales;
¡que inapreciable es tu misericordia, oh Dios! ;
los humanos se acogen a las sombras de tus alas.

Se nutren de lo sabroso de tu casa,
les das de beber del torrente de tus delicias,
porque en ti está la fuente de la vida
y tu luz nos hace ver la luz.

Prolongas tu misericordia con los que te reconocen,
tu justicia con los rectos de corazón;
que no me pisotee el pie del soberbio,
que no me eche afuera la mano del malvado.

Han fracasado los malhechores;
derribados, no se puede levantar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant.1 Tu luz, Señor, nos hace ver la luz.

Ant. 2 Señor, tú eres grande, tu fuerza es invensible.

Cántico
Jdt. 16, 2-3. 15 -19

¡Alabad a mi Dios con tambores,
elevad cantos al Señor con cítaras,
ofrecedle los acordes de un salmo de alabanza,
ensalzad e invocad su nombre!
Porque el Señor es un Dios quebrantador de guerras,
su nombre es el Señor.

Cantaré a mi Dios un cántico nuevo:
Señor tú eres grande y glorioso,
admirable en tu fuerza, invencible.

Que te sirva toda la creación,
porque tú lo mandaste y existió;
enviaste tu aliento y la construiste,
nada puede resistir a tu voz.

Sacudirán las olas los cimientos de los montes,
las peñas en tus presencias se derretirán como cera,
pero tú serás propicio a tus fieles.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 2 Señor, tú eres grande, tu fuerza es invensible.

Ant. 3 Aclamad a Dios con gritos de júbilo.

- Salmo 46 -

Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilos;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.

Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga las naciones;
él nos escogió como heredad suya:
gloria a Jacob, su amado.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas;
tocad para Dios, tocad, tocad
para nuestro rey, tocad.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado.

Los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abraham;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 3 Aclamad a Dios con gritos de júbilo.

LECTURA BREVE

Tb 4, 16-17.19-20

No hagas a nadie lo que no quieras que te hagan.
Da de tu pan al hambriento y da tus vestidos al des-
nudo. Busca el consejo de los prudentes. Bendice al
Señor en toda circunstancia, pídele que sean rectos
todos tus caminos y que lleguen a buen fin todas tus
sendas y proyectos.

SEGUNDA LECTURA

De los escritos de san Vicente de Paúl, presbítero.

Nosotros no debemos estimar a los pobres por su
apariencia externa o su modo de vestir, ni tampoco por
sus cualidades personales, ya que con frecuencia son
rudos o incultos. Por el contrario, si consideráis a los
pobres a la luz de la fe, os daréis cuenta de que repre-
sentan el papel del Hijo de Dios, ya que él quiso también
ser pobre. Y así, aun cuando en su pasión perdió casi la
apariencia humana, haciéndose necio para los gentiles y
escándalo para los judíos, sin embargo, se presentó a
estos como evangelizador de los pobres: Me envió a evan-
gelizar a los pobres.
También nosotros debemos estar
imbuidos de estos sentimientos e imitar lo que Cristo
hizo, cuidando de los pobres, consolándolos, ayudándolos
y apoyándolos.

Cristo, en efecto, quiso nacer pobre, llamó junto a sí
a unos discípulos pobres, se hizo él mismo servidor de
los pobres, y de tal modo se identificó con ellos, que
dijo que consideraría como hecho a él mismo todo el
bien o mal que se hiciera a los pobres. Porque Dios
ama a los pobres y, por lo mismo, ama también a los
que aman a los pobres, ya que, cuando alguien tiene un
afecto especial a una persona, extiende este afecto a
los que dan aquella persona muestras de amistad o
de servicio. Por eso nosotros tenemos la esperanza de
que Dios nos ame, en atención a los pobres. Por esto,
al visitarlos, esforcémonos en cuidar del pobre y desva-
lido, compartiendo sus sentimientos, de manera que po-
damos decir como el Apóstol: Me hecho todo para
todos.
Por lo cual todo nuestro esfuerzo ha de tender
a que, conmovidos por las inquietudes y miserias del
prójimo, roguemos a Dios que infunda en nosotros sen-
timientos de misericordia y compasión, de manera que
nuestros corazones estén siempre llenos de estos senti-
mientos.

El servicio a los pobres ha de ser preferido a todo, y
hay que prestarlo sin demora. Por esto, si en el mo-
mento de la oración hay que llevar a algún pobre un
medicamento o un auxilio cualquiera, id a él con el áni-
mo bien tranquilo y haced lo que convenga, ofreciéndolo
a Dios como una prolongación de la oración. Y no ten-
gáis ningún escrúpulo ni remordimiento de conciencia
si, por prestar algún servicio a los pobres, habéis dejado
la oración; salir de la presencia de Dios por alguna de las
causas enumeradas no es ningún desprecio a Dios, ya
que es por él por quien lo hacemos.

Así pues, si dejáis la oración para acudir con pres-
teza en ayuda de algún pobre, recordad que aquel servi-
cio lo prestáis al mismo Dios. La caridad, en efecto, es
la máxima norma, a la que todo debe tender: ella es una
ilustre señora, y hay que cumplir lo que ordena. Reno-
vemos, pues, nuestro espíritu de servicio a los pobres,
principalmente para con los abandonados y desampara-
dos, ya que ellos nos han sido dados para que los sir-
vamos como a señores.

RESPONSORIO BREVE

V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

V. Dame vida con tu palabra.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Fue san Vicente consuelo de los que sufrían,
defensor de los huérfanos y apoyo de las viudas.

Cántico de Zacarías
Lc 1, 68-79

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con
nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Fue san Vicente consuelo de los que sufrían,
defensor de los huérfanos y apoyo de las viudas.

PRECES.

Demos gracias a Cristo y alabémoslo porque ha que-
rido santificarnos y llamarnos hermanos suyos; di-
gámosle, pues, confiados:

Santifica, Señor, a tus hermanos.

Concédenos, Señor, consagrar el principio de este
día en honor de tu resurrección
y haz que todos los trabajos que realicemos du-
rante esta jornada te sean agradables.

Haz que sepamos descubrirte a ti en todos nuestros
hermanos,
sobre todo en los tristes, en los más pobres y en
los que son menos útiles a los ojos del mundo.

Tú que para aumentar nuestra alegría y afianzar
nuestra salvación nos das el nuevo día, signo de tu
amor,
renuévanos hoy y siempre para gloria de tu nom-
bre.

Haz que durante este día estemos en paz con todo
el mundo
y que a nadie devolvamos mal por mal.

Se pueden añadir algunas [Intenciones] libres
peticiones

Tal como Cristo nos enseñó, terminemos nuestra
oración diciendo:
Padre nuestro .............

ORACIÓN.

Señor, tú que adornaste a san Vicente de Paúl con
las cualidades de un verdadero apóstol, para que se en-
tregara al servicio de los pobres y a la formación de
los ministros de tu Iglesia, concédenos a nosotros que,
animados por un celo semejante al suyo, amemos lo
que él amó y practiquemos lo que él enseñó. Por nues-
tro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN.

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal
y nos lleve a la vida eterna.
R, Amén.

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