Presentación del Niño en el Templo
(Lc 2,21-35)

Al cumplirse los ocho días, cuando tocaba circuncidar al niño,
le pusieron de nombre Jesús, como lo había llamado el ángel
antes de su concepción .
Cuando llegó el tiempo de que se purificasen, conforme a la
Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo
al Señór (así lo prescribía la ley del Señor: "Todo primogénito
varón sera consagrado al Señor") y para entregar la oblación
(conforme lo que dice la Ley del Señor: " Un par de tórtolas
o dos pichones ") .
Vivía entonces en Jerusalén un cierto Simeón, hombre honrado
y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; el Espíritu
Santo estaba con él y le había avisado que no moriría sin ver
al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando los padres de Jesús estaban para cumplir con el niño lo
previsto por la Ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios
diciendo:

Ahora, Señor, según tu promesa,
despides a tu siervo en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador;
lo has colocado ante todos los pueblos
como luz para alumbrar a las naciones,
y gloria de tu pueblo, Israel.

Su padre y su madre estaban admirados por lo que decía del
niño. Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre:
-Mira que este está puesto para que todos en Israel caigan
o se levanten; será un bandera discutida, mientras que a ti una
espada te traspasará el corazón; así quedará patente lo que
todos piensan.

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